En medio de esta Octava, Gran Fiesta de ocho días, de la Navidad celebramos a la Sagrada Familia de Jesús, a su Madre, la Santísima Virgen, y a san José, el hombre que ejerció como su padre terrenal y de su vínculo humano, con trascendencia en el misterio de la Salvación de los hombres que se obra desde la Encarnación. Porque la familia es una institución natural, que tiene su origen en el ser mismo de las cosas, como nos recordaba la primera lectura. Y lo sabemos también porque esto mismo es refrendado por Dios: "El Señor honra más al padre que a los hijos y afirma el derecho de la madre sobre ellos"; hay un orden entre las personas que es así para que todo funcione, que se ha establecido para bien de los hijos y para que los padres pueden ejercer su servicio en la debida manera para traer a este mundo a nuevos seres humanos (del modo más "natural" posible), criarlos, educarlos e introducirlos en su propia vida adulta, con la ayuda también de una sociedad lo más "natural" posible también. Y como todo lo humano, por más natural que sea, necesita ser redimido; todo...