Vincular Caravaca con la Santa y Vera Cruz es lo normal. Ella es el sello distintivo. Desde la atalaya del castillo, ahora convertido en Basílica Santuario de la Cruz, parecería que protege a cuantos miran a este “signo” como para vencer al enemigo.
Así lo parece de modo especial en estas ocasiones: 3 de mayo, 16 de julio y 14 de septiembre. Tres fechas memorables de la Cruz. Si bien la segunda de ellas, de las calendas de julio, en recuerdo y victoria de la Batalla de las Navas de Tolosa (1212), casi ha quedado solapada por la fiesta de la Santísima Virgen del Carmen.
La huella de la Orden del Carmen es fuerte en el pueblo, con raíces de los dos Santos Místicos por excelencia como en su continuación, también. Y algo se vislumbra en nuestro tiempo. Aquí entra de lleno las celebraciones propias del Julio: la novena, la fiesta y el rosario nocturno.
La novena sigue el marco convencional: plegarias, cantos, cofrades, OCDS, devotos, eucaristía y predicación a cargo de Fr. Francisco V. López Fernández, OCD, de la comunidad de Córdoba, acompañado por sacerdotes y comunidad conventual, concluyendo con el canto de la Salve Regina. Más tarde, y a las 10 de la noche, se iniciaba el rezo del santo rosario meditado, en el patio que preside la Gruta de la Virgen de Lourdes, con un excelente grupo de asistentes en un acto mariano muy familiar y recogido. Al final, todo lo coronó la procesión por las calles cercanas al convento de los padres Carmelitas, con el orden acostumbrado: niños de primera comunión y Niño Jesús de Praga, portado por ellos, fieles devotos de la Madre del Carmen, Archicofradía, Orden Seglar, paso de la Virgen en la barca, clero y comunidad de Carmelitas, hermandad de la Santa y Vera Cruz, representaciones militares y corporación municipal, y, cerrando el cortejo, la Banda de música municipal.
La jornada se clausuró compartiendo un ágape la Orden Seglar con los padres carmelitas. Acompañamos algunas imágenes tomadas de las redes.
