Missatge del Provincial per a la Quaresma

26 febr. 2025 | Actualitat

Frares Carmelites Descalços, Carmelites Descalces, Carmel Seglar,

Família del Carmel Teresià a la Província.

Germans, germanes:

¡Os saludo con la Paz que nace del Corazón de Jesús!

Dentro de unos días comenzaremos el tiempo de Cuaresma con la imposición de la ceniza sobre nuestro rostro, tiempo propicio para la plegaria silenciosa y la contemplación del Misterio de Dios con especial intensidad. La fiesta de San José se hace presente en el camino cuaresmal proponiéndonos la santidad del hombre de Dios que ofrece el don de sí mismo, recordemos que toda vocación verdadera nace del don de sí mismo, que es la maduración del simple sacrificio. También en el sacerdocio y la vida consagrada se requiere este tipo de madurez.

Leemos en la Regla que “encomienda el apóstol el silencio, al mandar que se trabaje callando, y lo mismo hace el profeta, cuando dice: el silencio es el cultivo de la justicia; y de nuevo: en el silencio y en la esperanza estará vuestra fortaleza”.

Dice el salmista: “Estad quietos y sabed que yo soy Dios” (Salmo 46, 10. Estar quieto equivale a estar en silencio. Para conocer a Dios, según el Salmista, se necesita estar en silencio. La voz de Dios es tan misteriosa porque viene de la oscuridad de la fe, “es una voz tan débil que se necesita todo el silencio interior para percibirla” (Carlos Carreto)

El silencio no es sólo ausencia de ruido. En el pasado se apreciaba “la profundidad y los sabores del silencio”, considerados como “la condición del recogimiento, de la escucha de uno mismo, de la meditación, de la plegaria, de la fantasía, de la creación”.

Hoy en día, es difícil que se guarde silencio, lo que impide “oír la palabra interior que calma y apacigua”. Vivimos sometidos al ruido. La sociedad nos empuja a someternos al ruido, en lugar de mantenernos a la escucha de nosotros mismos. Sería bueno que en este tiempo de cuaresma, entre las prácticas penitenciales, estuviesen las que nos ayuden a crear espacios y tiempos para el silencio, pues es del silencio, entendido como “lugar interior” de donde surge la palabra.

Como Carmelitas Descalzos deberíamos saber valorar el silencio como alimento para nuestra vida, y de vez en cuando hacer, como recomendaba la Institución de los primitivos monjes, el viaje a oriente para escondernos en el torrente Carik; ir a la soledad para luchar contra nuestras pasiones y vivir escondidos en el amor de Dios. Necesitamos el silencio para escuchar, para dejarnos vaciar de todo lo que no es Dios, y dejarnos llenar por quien lo es todo.

En el Evangelio no se nos dice que San José fuese silencioso, como se afirma que era justo. Pero el modo de narrar los distintos momentos y situaciones por las que pasó y se desenvolvió su existencia lo predica constantemente. En este sentido dice el Papa Francisco que el silencio de José no es mutismo; es un silencio lleno de escucha, un silencio trabajador, un silencio que hace emerger su gran interioridad.

La vida de San José se desarrolla en el silencio y la oscuridad, pero esa oscuridad silenciosa escondía una gran disponibilidad. En San José descubrimos que sólo había una buena ambición, plegarse a las exigencias de Dios, responder a ellas con una generosidad sin reservas, vivir su misión en plena comunión con el Padre del cielo. San José hizo realidad lo que afirmó San Agustín, que “cuando el Verbo de Dios crece, las palabras del hombre disminuyen”. En la medida en que Jesús -la vida espiritual- crece, las palabras disminuyen.

El Evangelio no conserva ni una sola palabra de San José. Todo lo hace y vive en silencio. Nos decía el Papa san Juan Pablo II en su Exhortación Apostólica Redentoris Custo, a propósito de la anunciación del ángel a José: “En honor a la verdad José no respondió al anuncio del ángel, como María; pero hizo como le había ordenado el ángel del Señor y tomó consigo a su esposa” (RC 4 ). “En el momento de su ‘anunciación’ no pronunció palabra alguna. Simplemente él hizo como el ángel le había mandado” (RC 17)

El silencio no es principalmente ausencia de palabras, de sonidos o rumores, más bien es capacidad de vida interior profunda. En este sentido el silencio es sabiduría, escucha, contemplación. El papa san Juan Pablo II afirmaba que el silencio que atribuimos a San José “es un silencio que descubre”, nos permite descubrir en sus acciones un clima de profunda contemplación. José vivió en contacto cotidiano con el misterio “escondido desde los siglos”, que “puso su morada bajo el techo de su casa” (RC 25).

Esta valoración del silencio de San José, hasta hacer de él la expresión más limpia y perfecta de su justicia, es, en cierto sentido, original, al menos por la amplitud con la se aplica a toda la vida del Santo. Algunos Santos Padres han hecho notar este silencio, como expresión de su justicia, como es el caso de San Juan Crisóstomo, cuando escribe:

“¿Veis la bondad, buena voluntad, benignidad de este varón? No sólo no quiso castigar a la Virgen, sino que no dijo a nadie palabra, ni siquiera a la que era objeto de sospecha; se lo pensaba dentro de sí mismo, haciendo todo

lo posible por ocultárselo a la misma Virgen” (Homilía según Mateo, 4,4; PG 45)

El silencio de San José es eminentemente contemplativo. En el silencio recibe las comunicaciones de Dios a través de la presencia de María y Jesús, cuya contemplación silenciosa de cada día le va introduciendo más y más en el misterio de Dios.

Ojalá, que como Carmelitas -frailes, monjas, laicos-, y con el ejemplo de San José, lleguemos a captar que sólo del silencio brotan las palabras densas, fecundas, ricas; y sólo del silencio salen los hechos significativos y llamativos.

Nuestra Santa Madre Teresa nos recuerda que las más altas comunicaciones místicas se dan, o se experimentan en el silencio más profundo: “Pasa con tanta quietud y tan sin ruido todo lo que el Señor aprovecha aquí al alma y la enseña, que me parece que es como en la edificación del templo de Salomón, adonde no se había do oír ningún ruido; así es en este templo de Dios, en esta morada suya, sólo él y el alma se gozan con grandísimo silencio” (7M 3, 11).

Siendo el silencio escucha de la palabra de Dios, contemplación gozosa, diálogo amoroso con Dios en el más profundo centro del alma, cultivemos, como Carmelitas Descalzos, herederos de una rica tradición, el silencio para que nazcan obras, obras de vida, de sabiduría, de virtudes, obras apostólicas al servicios de la Iglesia y de la humanidad.

Hermanos, hermanas, en unas semanas proclamaremos: ¡Cristo ha resucitado! Os hago llegar mi felicitación pascual; proclamaremos que Él, el Señor de nuestra vida, es la resurrección y la vida del mundo (cf. Jn 11,25). Hago llegar mi felicitación pascual; Pascua, que significa “paso”, en Jesús se realizó el paso decisivo de la humanidad: de la muerte a la vida, del pecado a la gracia, del miedo a la confianza, de la desolación a la comunión. En Él, Señor de la historia, comparto con alegría en el corazón: Feliz Triduo Sacro,

¡Feliz Pascua!

P. Francisco Sánchez Oreja, superior Provincia Ibérica