El día 1 de noviembre celebra la Iglesia católica en su liturgia la festividad de todos los Santos. Me parece una buena ocasión para recordar cómo celebraba santa Teresa esta hermosa fiesta y su “devoción” a los santos no sólo de este día, sino sus relaciones afectivas con sus santos preferidos, que fueron muchos. La considero una página luminosa de su biografía y de su vida cristiana. Y, en consecuencia, el sentido que puede tener para los lectores de sus Obras de manera especial para los más cercanos a su familia espiritual.
1 – Cristo Hombre como referente de espiritualidad cristiana y devoción a los santos
Sugiero que para entender el tema de la devoción de santa Teresa a los santos lo vinculemos a su enamoramiento de Cristo del que depende su santificación. Reconocida como una persona mística y santa, podíamos pensar que Teresa se enamoró de Jesucristo como Dios; pero no, comenzó enamorándose del “Hombre” Jesús, como ella lo expresa categóricamente en los comienzos de su vida espiritual: “Yo sólo podía pensar en Cristo como Hombre” (Vida. 9, 6). En sus profundas experiencias místicas aparecerá el Cristo Dios viviente y glorificado.
Nunca valoraremos lo suficiente esta aparentemente sencilla confesión de fe de Teresa, sin olvidar que Cristo -para ella- era también, y sobre todo, Dios. De esa devoción al “Cuerpo” del Señor, le nació el aprecio de sus “imágenes”, su pasión por la Eucaristía, las andanzas apostólicas de Jesús por la Tierra Santa, los “pasos” de su pasión, su modo peculiar de hacer oración en relación con Cristo con el que dialoga en su interior etc.; y se entiende también su crítica a los herejes luteranos que eliminaron del culto sus imágenes.
Además, en la piedad de Teresa y en sus experiencias místicas encontramos algo mucho más importante: su defensa de la Humanidad de Cristo de la que no se puede prescindir nunca en la vida espiritual, en la meditación y mucho menos en la altísima contemplación mística como proponían algunos espirituales (Vida, 22, 3-7; 24, 2; Moradas VI, 7, 5-6). Ella ejercitó su vida espiritual con los pies firmes en la tierra, adherida a lo corpóreo, aun en la altísima contemplación mística de los misterios de Cristo. Creo que esta referencia al Cristo “Hombre” es necesario tenerla en cuenta para entender las “devociones” de Teresa a los Santos y Santas.
2 – Los Santos como “modelos” de vida cristiana.
La devoción de Teresa a los santos se valora mejor recordando que en su tiempo era una cuestión debatida e impugnada por los herejes de las Reformas, sobre todo por el culto que se tributaba a sus “imágenes”; el culto a los santos era un componente esencial de las “devociones populares” y sus manifestaciones en las iglesias (imágenes) y en las calles (procesiones) (Camino, 34, 11); para ilustrar el tema desde la tradición y la teología, corregir abusos y condenar a los herejes tuvo que intervenir la Iglesia oficial en el Concilio de Trento.
Como anécdota curiosa en la vida de la Santa, recuerdo que el P. Francisco de Ribera, su primer biógrafo, copió en su obra una “lista” de los santos a los que tenía “más particular devoción” que conservaba en su Breviario y que se suele publicar en sus Obras completas; entre ellos, san José, la Magdalena, Juan Bautista, Juan el Evangelista, Pedro y Pablo, Agustín, Domingo, Jerónimo, el rey David (¡!), etc. Y una novedad en su biografía es que conoció en vida algunas personas con fama de santidad como Maridíaz, con la que convivió en casa de Doña Guiomar de Ulloa; san Pedro de Alcántara, san Francisco de Borja, san Juan de la Cruz, etc. Y a otros que ella colocaba en los altares antes de que la Iglesia los declarase santos, como el “Caballero Santo”, Francisco de Salcedo, etc.
Descendiendo a la realidad de su vida, descubrimos sus relaciones con los declarados santos, conocidos por ella en la lectura del Flos Sanctorum del Cartujano en su tierna infancia (Vida, 1, 4). Creo que el descubrimiento y la relación con los santos de Teresa tiene que ver con algún aspecto de su vida cristiana y religiosa. Por ejemplo, los santos “pecadores” y “convertidos” los cita cuando describe esa situación en la vida: por ejemplo, en ese contexto cita al Rey David (Camino, 16, 3), a san Agustín (Vida, 9, 8), a los santos San Pedro y san Pablo (Vida, 19, 5), a santa María Magdalena, etc. Y encuentro una curiosa anomalía en la lista de “sus” santos preferidos: ¿Quién es ese misterioso “santo de la suerte” que recoge en su breve catálogo el biógrafo P. Ribera? Otra serie importante de santos son los fundadores de las órdenes religiosas, como San Ignacio, a quien no conoció en vida; santa Clara, santo Domingo de Guzmán, san Francisco de Asís, san Alberto de Jerusalén (de los carmelitas), etc.
3 – Los santos como protectores de su vida y la de los cristianos.
Es difícil separar las devociones de los cristianos a sus Santos como “ejemplos” de vida y el tenerlos como “mediadores” para que nos concedan beneficios corporales y espirituales. La madre Teresa no se plantea el problema teórico, pero en las propuestas doctrinales y en su vivencia del cristianismo aparece el tema que los lectores pueden percibir: se trata de buscar y aceptar la ayuda que nos prestan para solucionar nuestros “problemas” del cuerpo o del alma como enfermedades, necesidades económicas, turbaciones del espíritu, necesidad de cambio de vida (conversión), etc. De esa realidad del vivir cotidiano, personal y colectivo, la madre Teresa escribió cuando se le presenta la ocasión, sabiendo que no era una escritora sistemática, donde reside uno de los encantos de su prosa.
Sabemos por la historia de la piedad y espiritualidad cristianas que los creyentes en Dios han acudido a él en sus necesidades espirituales y corporales y la madre Teresa no fue excepción, tan necesitada estaba de la sanación de su cuerpo y del alma. Dentro de esta categoría de “sanadores” del cuerpo, encontramos la figura entrañable de San José, el esposo de María, a quien atribuye la salud después de haber sufrido una enfermedad de muerte (cf. todo el relato en Vida, 6, 5-8). Después de esta experiencia de sanación, san José forma parte de su vida personal y de fundadora. Quede esta referencia como mero testimonio de piedad.
Comprendo que este relato sobre los santos y Teresa es demasiado breve para tan extensa materia que recoge la historia de los santos en la Iglesia católica. Que sirva a los lectores para celebrar con gozo espiritual esta hermosa historia de la santidad. Es como un botón luminoso en medio de otra que dio materia a un historiador alemán para escribir de la “historia criminal del cristianismo” y que no vale la pena recordar en sus detalles, pero sí el autor:
KARLHEINS DESCHNER.
En este día de TODOS LOS SANTOS, tenemos un recuerdo especial de nuestros DIFUNTOS, en la esperanza de que gocen también de su gloria.
P. Daniel de Pablo Maroto, carmelita descalzo