¡Oh hermosura que excedéis
a todas las hermosuras!
Sin herir dolor hacéis,
y sin dolor deshacéis
el amor de las criaturas
Con asombro Teresa se dirige a Dios llamándolo “hermosura”, hermosura más allá de cualquier otra hermosura,
“hermosura que tiene en sí todas las hermosuras”, como
exclamará en otro momento hablando de Jesús, que es la “imagen
de Dios invisible”
Al ensalzar la hermosura de Dios por encima de toda
belleza, Teresa no desprecia la hermosura de lo creado; lo que
hace es cantar que todo lo hermoso proviene de Aquel que es la
hermosura misma.
Dios todo lo ha dejado vestido de su hermosura, ¡también
a cada uno de nosotros!, porque Él nos ha creado a su imagen y
semejanza, por tanto, hermosos en esencia más allá del pecado
que intenta opacar nuestra belleza original. Queriendo expresarlo,
escribe Teresa: “No hallo yo cosa con qué comparar la gran
hermosura de un alma y la gran capacidad…, basta decir su
Majestad que es hecha a su imagen y semejanza para que apenas
podamos entender la gran dignidad y hermosura del ánima”
Para Teresa, el camino privilegiado para encontrarnos con
la Hermosura que nos revela nuestra propia hermosura es el de la
oración contemplativa, la oración del encuentro de miradas. Y así,
exhortará a sus hijas: “No os pido más de que le miréis… Pues
podéis mirar cosas muy feas, ¿y no podréis mirar la cosa más
hermosa que se puede imaginar?… Haos sufrido mil cosas feas…y
no ha bastado para que os deje de mirar, ¿y es mucho que,
quitados los ojos de estas cosas exteriores, le miréis algunas veces
a Él? Mirad que no está aguardando otra cosa… sino que le
miremos” (C 26, 3).
Teresa llega a confesar que “de ver a Cristo me quedó
imprimida su grandísima hermosura”, y que “después que vi la
gran hermosura del Señor, no veía a nadie que en su comparación
me pareciese bien ni me ocupase; que, con poner un poco los ojos
de la consideración en la imagen que tengo en mi alma, he
quedado con tanta libertad en esto, que después acá todo lo que
veo me parece hace asco en comparación de las excelencias y
gracias que en este Señor veía”. Es la misma experiencia que canta
al final de la estrofa al decir “sin herir dolor hacéis y sin dolor
deshacéis el amor de las criaturas”.
Oremos: Santa Madre Teresa enséñanos a orar, a
encontrarnos cara a cara con la hermosura del Dios que nos revela
nuestra propia hermosura y nos libera de todo aquello que pueda
intentar afearnos.
Padrenuestro
Ave María
Gloria
V/. Santa Teresa de Jesús
R/. Ruega por nosotros