Este domingo celebramos, en realidad, que conocemos y vivimos, cada uno y cada comunidad, frente al verdadero rostro de Dios. A menudo se exagera acerca de la llamada teología “apofática” o negativa, esto es, la idea, cierta también si bien entendida, de que muy poco podemos conocer acerca de Él. Porque es una realidad, en el sentido de que nunca podremos hacer de Él un objeto más de nuestro conocimiento, que nuestra ciencia que tan buenos resultados y tanta tranquilidad nos da en otras facetas de la existencia, nunca podrá atraparle en fórmulas ni abstracciones. Si para nosotros conocer es dominar y disponer, el Dios de Jesús siempre escapará de esas intenciones nuestras, nunca habrá “pruebas” suficientes si es queremos juntar un mínimo de ellas para “poder” creer. Porque si se lograse, lo obtenido no sería más que una falsedad, una imagen inauténtica del Dios vivo, un ídolo en definitiva.
Lo que hoy en realidad celebramos es el que el Dios verdadero vino y viene a nosotros, que se reveló y manifestó y actúo y actúa en la nuestra vida, entorno, historia. Que en Jesús se hizo presente de un modo increíble, impensable, inimaginable para cualquier “inventor” de dioses. Por Jesús, su misma presencia entre nosotros, su Palabra, su vida, sus opciones, su entrega total hasta la muerte y su resurrección, conocemos que Dios es realmente el Padre de toda la vida y de cuanto existe, el único que no solo pone límites al abismo, a la nada (primera lectura) sino que lo transforma en vida, luz, alegría. Dios es también esta Sabiduría y Palabra que se ha ido manifestando a lo largo de la historia humana, haciéndonos capaces de comunicación con Él e introduciendo a los hombres progresivamente en su amistad y comunión hasta poder manifestar quien era realmente al encarnarse en nuestra carne y hacernos llegar toda la luz y la vida de Dios contenidas en la vida y capacidad de un hombre como nosotros. Mirando a Jesús, creyendo y haciendo vida su Evangelio no podemos decir que no conocemos a Dios, que no nos ha dado razones y “pruebas” bastantes porque, en realidad, se trata de creer, acoger, decidirnos cada día a seguir sus pasos hacia Dios y hacia nosotros mismos. Por último, como nos recordaba el Evangelio, gracias a la manifestación de Cristo, se nos pudo dar también Quien faltaba, el Espíritu Santo, el mismo amor que une, sostiene y permite obrar y llegar a nosotros al Padre y al Hijo. Por eso es el Espíritu de la Verdad (Evangelio) porque hace presente, sostiene, recuerda, hace vivir cada día el testimonio y la presencia de Cristo y del Padre cuya manifestación ha ocurrido para estemos que ciertos de su amor, presencia, compañía, amistad y promesa cumplida de “glorificación”, esto es de llevarnos la plenitud de vida en la comunión con el Padre y el Hijo y con todos los demás, hermanos nuestros.
Primera Lectura
Lectura del libro de los Proverbios 8, 22-31
Esto dice la Sabiduría de Dios:
El Señor me estableció al principio de sus tareas
al comienzo de sus obras antiquísimas.
En un tiempo remotísimo fui formada,
antes de comenzar la tierra.
Antes de los abismos fui engendrada,
antes de los manantiales de las aguas.
Todavía no estaban aplomados los montes,
antes de las montañas fui engendrada.
No había hecho aún la tierra y la hierba,
ni los primeros terrones del orbe.
Cuando colocaba los cielos, allí estaba yo;
cuando trazaba la bóveda sobre la faz del Abismo;
cuando sujetaba el cielo en la altura,
y fijaba las fuentes abismales.
Cuando ponía un límite al mar:
y las aguas no traspasaban sus mandatos;
cuando asentaba los cimientos de la tierra,
yo estaba junto a él, como aprendiz,
yo era su encanto cotidiano,
todo el tiempo jugaba en su presencia:
jugaba con la bola de la tierra,
gozaba con los hijos de los hombres.
Segunda Lectura
Lectura de la carta del Apóstol San Pablo a los Romanos 5, 1-5
Hermanos:
Ya que hemos recibido la justificación por la fe,
estamos en paz con Dios,
por medio de nuestro Señor Jesucristo.
Por él hemos obtenido con la fe
el acceso a esta gracia en que estamos:
y nos gloriamos apoyados en la esperanza
de la gloria de los hijos de Dios.
Más aún, hasta nos gloriamos en las tribulaciones,
sabiendo que la tribulación produce constancia,
la constancia, virtud probada,
la virtud, esperanza,
y la esperanza no defrauda, porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones
con el Espíritu Santo que se nos ha dado.
Evangelio
+ Lectura del santo Evangelio según San Juan 16, 12-15
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
–Muchas cosas me quedan por deciros, pero no podéis cargar con ellas por ahora: cuando venga él, el Espíritu de la Verdad, os guiará hasta la verdad plena. Pues lo que hable no será suyo: hablará de lo que oye y os comunicará lo que está por venir.
El me glorificará, porque recibirá de mí lo que os irá comunicando.
Todo lo que tiene el Padre es mío. Por eso os he dicho que tomará de lo mío y os lo anunciará.