Santa Teresa de Jesús: Doctora de la Iglesia, maestra para todos los tiempos

26 set. 2025 | Aventuremos la Vida

El 27 de septiembre de 1970, san Pablo VI proclamó a santa Teresa de Jesús Doctora de la Iglesia. Era la primera vez que una mujer recibía este título, reconociendo en ella no solo una vida de santidad, sino también una enseñanza válida y luminosa para toda la Iglesia. Aquella fecha marcó un antes y un después: la voz femenina, a menudo relegada al silencio en tantos ámbitos, se hacía audible con fuerza en la comunidad creyente.

Ser “Doctora” no significa solo haber escrito mucho —aunque Teresa lo hizo con abundancia, profundidad y frescura—, sino que su experiencia de Dios tiene un valor universal, capaz de guiar, iluminar y transformar a quienes la escuchan. Su lenguaje cercano, su mirada realista sobre la vida y su pasión por Cristo hacen de sus escritos una escuela de humanidad y de oración que sigue siendo actual.

Pablo VI lo expresó con claridad aquel día: en Teresa resplandece la “ciencia de los santos”, una sabiduría que no se mide por títulos académicos, sino por la hondura con que el Evangelio ha sido vivido y comunicado. Teresa enseñó con su vida y con su palabra a “aventurar la vida en Dios”, a arriesgar con confianza, a no conformarse con lo mínimo.

Un título para la esperanza

El Doctorado de Teresa es un reconocimiento, pero sobre todo una invitación. No basta con admirar su figura: se trata de acoger la provocación que late en sus páginas. La Santa de Ávila nos recuerda que el seguimiento de Jesús exige audacia, decisión, creatividad y libertad interior. En un mundo tentado por la comodidad o el miedo, Teresa invita a “no tener espíritu estrecho”, a caminar con amplitud de corazón y a poner los ojos en lo esencial.

Aventuremos la vida con Teresa

La proclamación de Teresa como Doctora de la Iglesia sigue siendo un estímulo para nosotros hoy. Nos invita a abrir la mente y el corazón, a escuchar voces que quizá todavía no reciben el espacio que merecen, a creer que el Espíritu sopla donde quiere.

Como ella, podemos arriesgarnos a vivir con radicalidad, a buscar la verdad con sinceridad, a dejarnos guiar por la experiencia de Dios que nos desinstala y nos pone en camino. Aventuremos la vida, como Teresa, confiando en que “quien a Dios tiene, nada le falta”.