Hoy, en nuestro tercer día de novena, dirigimos la mirada a María, la servidora del Señor y de los hermanos. Apenas ha recibido el anuncio del ángel, no se queda encerrada en su gozo ni se retira a meditar en soledad. Al contrario, sale deprisa al encuentro de su prima Isabel, encarnando una fe que se vuelve inmediatamente caridad.
María nos muestra que la verdadera contemplación conduce al servicio. En ella no hay pereza ni pasividad: su oración se transforma en acción, su intimidad con Dios en atención concreta a las necesidades de los demás. En la casa de Isabel, su presencia no es invasiva, sino silenciosa, fecunda, humilde. Allí María sirve con ternura y alegría, como quien se sabe amada y enviada.
La Virgen del Carmelo, ejemplo de entrega
Los carmelitas hemos aprendido de María esta espiritualidad activa, servicial y acogedora. En el Carmelo, contemplar no es huir del mundo, sino mirar con los ojos de Dios para amar con el corazón de Cristo. La Virgen del Carmen es modelo de vida ofrecida, de entrega sin reservas, de hospitalidad y ternura.
Santa Teresa de Jesús, al fundar sus monasterios, buscaba que sus comunidades fueran “pequeños colegios de Cristo”, donde se sirviera a las hermanas con humildad y amor. Y siempre bajo la protección de María, la gran servidora.
¿A quién me envía hoy el Señor?
Este día es una invitación a preguntarnos: ¿Estoy disponible como María? ¿Sé salir de mí mismo para ir al encuentro del otro? ¿Vivo mi fe como una entrega concreta y generosa? La Virgen nos enseña que la caridad es el corazón de toda vida espiritual auténtica.
Oración del día
Virgen del Carmen,
servidora humilde del Señor,
tú que no dudaste en ponerte en camino
para llevar consuelo y alegría,
enséñanos a vivir una fe que se hace servicio.
Haznos generosos y disponibles,
atentos a las necesidades de los hermanos,
para que, como tú, llevemos a Cristo
allí donde más se le espera.
Amén.

