Las Exclamaciones del alma a Dios: un diálogo ardiente con el Amado

11 ag. 2025 | Aventuremos la Vida

Entre las obras menos conocidas, pero más intensas, de Santa Teresa de Jesús se encuentran las Exclamaciones del alma a Dios. Escritas en forma de oraciones breves y encendidas, son un testimonio único del diálogo íntimo y apasionado de la Santa con el Señor. No se trata de tratados ni de disquisiciones teológicas, sino de un desbordamiento afectivo que brota de la experiencia directa de la presencia divina.

Un género entre la oración y la poesía

Las Exclamaciones son fruto de una oración profundamente personal. Teresa no las compone para ser leídas como un libro, sino para plasmar en palabras el movimiento de su alma: súplica, gratitud, queja, adoración… Su lenguaje es directo, lleno de imágenes y metáforas, con una espontaneidad que recuerda a los Salmos y al Cantar de los Cantares. En ellas la Santa deja que hable el corazón, sin preocuparse de adornar el estilo: “¿A quién me quejo? ¿Quién me oye sino Vos, Padre y Criador mío?” (cap. 1).

El ritmo de la sed y el deseo

Un hilo constante recorre estas páginas: la sed de Dios. La ausencia del Amado es sentida como destierro, y su presencia, como descanso y plenitud. “¡Oh vida larga!, ¡oh vida penosa!, ¡oh vida que no se vive!” (cap. 6), exclama Teresa, consciente de que solo en la unión definitiva con Dios cesará el anhelo. Al mismo tiempo, esa sed se convierte en intercesión: la Santa pide una y otra vez por quienes viven lejos del Señor, para que “resplandezca vuestra misericordia en tan crecida maldad” (cap. 8).

Una teología vivida

Aunque brotan de la oración, las Exclamaciones encierran una profunda teología. Teresa medita sobre el amor de Dios como fuerza transformadora, sobre la necesidad de la gracia, la comunión de los santos, la esperanza en la vida eterna. Todo ello no se presenta como teoría, sino como experiencia: la Santa ha probado el amor divino y sabe que “fuerte es como la muerte el amor, y duro como el infierno” (cap. 17).

Vigencia de las Exclamaciones

Hoy, en medio del ruido y la prisa, las Exclamaciones siguen ofreciendo un camino para orar desde la verdad del corazón. Nos enseñan que la relación con Dios admite todas las notas: el lamento, la súplica insistente, la gratitud rendida, el silencio contemplativo. Y que, en el fondo, toda oración auténtica nace del amor y tiende a la unión: “Mi Amado a mí, y yo a mi Amado” (cap. 16).

En esta breve pero ardiente obra, Teresa nos deja entrar en su santuario interior. Quien se acerque a sus Exclamaciones no encontrará solo un texto del Siglo de Oro, sino una llama que sigue viva, invitando a amar y a dejarse amar por el Dios vivo.