Gestos y palabras de Jesús, narradas por el Evangelio, muestran cómo se realiza y concreta la acción de Dios en medio de la historia y de las gentes. Esta acción, como recordaba la primera lectura tiene por objetivo el compadecerse de todo lo que ha creado, amarlo y no odiar o desentenderse de nada de lo que ha hecho. A menudo los gestos de Jesús se concretan en las curaciones, en la liberación de personas concretas de males y enfermedades asociadas con el poder del diablo, enemigo del hombre y de su libertad y el de hoy, la «curación» o conversión del «archipublicano» Zaqueo es también uno de ellos. Como ya hemos dicho algunas veces, que Jesús cure (esto es, perdone) a los pecadores que se arrepienten ya causa cierto escándalo, pues lo que nos sale de dentro es que merecerían, más bien, un castigo. Pero cuando, como en este caso, parece que Jesús se adelanta al arrepentimiento, elige y entra en la vida de alguien que no «aún» no se ha convertido y ha pedido perdón, como es Zaqueo, el escándalo tiene que ser ya mayúsculo. Y, realmente, Jesús no está haciendo nada que Dios mismo no haya hecho antes, pero al tratarse de un encuentro humano, entre un hombre pecador y el Dios hecho hombre, manifiesta realmente cuál es la misión de Cristo. Es cierto también que Zaqueo busca y se interesa por Jesús, como también lo hacen otros pecadores y hasta muchos fariseos o escribas –incluso Herodes–, que hasta se sube a un árbol para poder verlo, porque siempre es necesaria cierta predisposición humana. Pero lo decisivo para este encuentro, como para todos, es la llamada de Jesús, que lo identifica entre la multitud y los curiosos e interesados y se invita a su casa. Y es ahí, en la casa, donde se produce el verdadero «milagro» que es que en presencia de este hombre, que parece como los demás, otro hombre, un pecador, un publicano, decide libremente «cambiar de camino» (convertirse). Jesús declara que este encuentro entre su iniciativa y la respuesta del hombre «ha sido la salvación de esta casa» y de este hombre. Y de todos: acoger a Cristo que entra, por su iniciativa, en nuestras vidas, respondiendo y haciendo todos los cambios precisos para volver a la verdad de la alianza, de la amistad con Dios que no casa con la injusticia, es la redención, la salvación, el camino de la vida para siempre.
Primera lectura: Sabiduría 11, 23-12, 2
Señor, el mundo entero es ante ti como un grano de arena en la balanza, como gota de rocío mañanero que cae sobre la tierra.
Te compadeces de todos, porque todo lo puedes,
cierras los ojos a los pecados de los hombres,
para que se arrepientan.
Amas a todos los seres y no odias nada de lo que has hecho;
si hubieras odiado alguna cosa, no la habrías creado.
Y ¿cómo subsistirían las cosas si tú no lo hubieses querido?
¿Cómo conservarían su existencia, si tú no las hubieses llamado?
Pero a todos perdonas, porque son tuyos, Señor, amigo de la vida.
En todas las cosas está tu soplo incorruptible.
Por eso corriges poco a poco a los que caen; a los que pecan les recuerdas su pecado, para que se conviertan y crean en ti, Señor.
Segunda lectura: 2Tesalonicenses 1, 11-2, 2
Hermanos:
Siempre rezamos por vosotros, para que nuestro Dios
os considere dignos de vuestra vocación;
para que con su fuerza os permita cumplir
buenos deseos y la tarea de la fe;
y para que así Jesús nuestro Señor sea vuestra gloria
y vosotros seáis la gloria de él,
según la gracia de Dios y del Señor Jesucristo.
Os rogamos a propósito de la última venida
de nuestro Señor Jesucristo
y de nuestro encuentro con él,
que no perdáis fácilmente la cabeza
ni os alarméis por supuestas revelaciones,
dichos o cartas nuestras:
como si afirmásemos que el día del Señor está encima.
Evangelio: Lucas 19, 1-10
En aquel tiempo, entró Jesús en Jericó y atravesaba la ciudad.
Un hombre llamado Zaqueo, jefe de publicanos y rico, trataba de distinguir quién era Jesús, pero la gente se lo impedía, porque era bajo de estatura. Corrió más adelante y se subió a una higuera, para verlo, porque tenía que pasar por allí.
Jesús, al llegar a aquel sitio, levantó los ojos y dijo:
–Zaqueo, baja en seguida, porque hoy tengo que alojarme en tu casa.
El bajó en seguida, y lo recibió muy contento.
Al ver ésto, todos murmuraban diciendo:
–Ha entrado a hospedarse en casa de un pecador.
Pero Zaqueo se puso en pie, y dijo al Señor:
–Mira, la mitad de mis bienes, Señor, se la doy a los pobres; y si de alguno me he aprovechado, le restituiré cuatro veces más.
Jesús le contestó:
–Hoy ha sido la salvación de esta casa; también éste es hijo de Abrahán.
Porque el Hijo del Hombre ha venido a buscar y a salvar lo que estaba perdido.