CARMELO SEGLAR
Llamados a vivir en obsequio de Jesucristo a través de la amistad con Quien sabemos nos ama, sirviendo a la Iglesia. Bajo la protección de Nuestra Señora del Monte Carmelo, según la inspiración de Santa Teresa de Jesús, San Juan de la Cruz y la tradición bíblica del profeta Elías buscan profundizar el compromiso cristiano recibido en el bautismo.
Elementos de esta vocación de laicos carmelitas teresianos:
- Vivir en obsequio de Jesucristo, apoyándose en María, cuya forma de vida constituye para el Carmelo un modelo de discípula de Cristo.
- Procurar una profunda vida de oración que, alimentada con la escucha de la Palabra de Dios y la liturgia, pueda conducir al trato de amistad con Dios, siempre y en todo momento de cada día.
- Penetrar de entusiasmo apostólico la oración y la vida en un clima de comunidad humana y cristiana.
- Dar importancia en el compromiso evangelizador a la pastoral de la espiritualidad como la colaboración peculiar de la Orden Seglar fiel a su identidad carmelitano-teresiana.
- Como Seglares, hijos e hijas de Teresa de Jesús y Juan de la Cruz están llamados a ser ante el mundo testigos de la resurrección y de la vida del Señor Jesús y un signo del Dios vivo, a través de una vida de oración, de un servicio evangelizador y por medio del testimonio de una comunidad cristiana y carmelitana.
¡¡¡VEN, TE ESPERAMOS!!!
En nuestra Provincia de Santa Teresa de Jesús, funcionan actualmente 46 fraternidades o comunidades de Carmelitas Seglares que viven el carisma carmelitano en sus actividades cotidianas, juntándose para orar en común, formarse y crecer en su fe.
- A Coruña
- Alba de Tormes (Salamanca)
- Albacete
- Almodóvar del Campo (Ciudad Real)
- Ávila
- Badajoz
- Baeza (Jaén)
- Barcelona
- Beas de Segura (Jaén)
- Burgos
- Burriana (Castellón)
- Cádiz
- Caravaca (Murcia)
- Castellón
- Ciudad Real
- Córdoba
- Don Benito (Badajoz)
- Gijón (Asturias)
- Granada
- Herencia (Ciudad Real)
- Ibiza (Islas Baleares)
- Jaén
- León
- Linares (Jaén)
- Madrid-Aranaz
- Madrid-Plaza España
- Málaga
- Malagón (Ciudad Real)
- Mataró (Barcelona)
- Medina del Campo (Valladolid)
- Murcia
- Oviedo (Asturias)
- Palma de Mallorca
- Reinosa (Cantabria)
- Salamanca
- San Fernando (Cádiz)
- Segovia
- Sevilla
- Soria
- Talavera de la Reina (Toledo)
- Tarragona
- Telde (Gran Canaria)
- Toledo
- Úbeda (Jaén)
- Valencia
- Valladolid
- Vigo (Pontevedra)
- Villa de don Fadrique (Toledo)
EN PORTADA

«¡Señor mío y Dios mío!»
Durante toda esta semana, la Octava de la Pascua, hemos estado recordando y celebrando los hermosos relatos que testimonian los encuentros de Jesús con los suyos. En ellos se reconoce una progresión: de las mujeres, siempre las primeras, que visitan el sepulcro y comprueban que el cuerpo de Jesús no está, pasando por los discípulos que acuden a ver y constatar que Jesús no ha desaparecido sino que ya no está allí, entre los muertos, sino que vive. En estos primeros encuentros no lo "ven" (Él no se deja ver) pues es necesaria la fe o una sospecha positiva de que lo increíble, aunque anunciado por Él, ha sucedido. Quien persevera, como María Magdalena, en su búsqueda de amor por Cristo, lo acaba encontrando y lo mismo, una vez más en primer lugar, las demás mujeres. Por fin, y es a donde hemos llegado ahora, Jesús "se deja ver", se muestra en medio de su comunidad y además lo hace o bien en el mismo día de la Resurrección (el primer domingo) u ocho días después, también en domingo, entonces. Desde el mismo comienzo, el hecho de ver y encontrar a Jesús se relaciona con el...