PATRIMONIO
Aunque los principales bienes y riquezas del Carmelo son espirituales e interiores y se pueden compartir con todos (la auténtica belleza del Carmelo está dentro, no fuera), nuestra provincia ha ido reuniendo con las vicisitudes del tiempo y de la historia un gran patrimonio cultural y artístico.
Teresa de Jesús y Juan de la Cruz enseñaron a vivir, antes que nada, la riqueza y la anchura de la propia interioridad y la maravilla del vivir juntos en fraternidad, pero también comprendieron la importancia de la belleza exterior de imágenes, pinturas así y de los buenos libros y la cultura donde aprendemos la historia y nos hacemos conscientes de que somos sus continuadores. Aunque invitando siempre a no poner el corazón en las cosas y materialidades también enseñaron a cuidar de estas y a darles el lugar que tienen en nuestra vida como recuerdos de la belleza de Dios y de todo lo que Él ha creado.
Nuestras casas acogen numerosos museos y bibliotecas, auténticos lugares para el encuentro con la belleza, la cultura y la espiritualidad, y también parajes naturales que favorecen el encuentro con Dios en la soledad y el silencio, como los Desiertos de las Palmas y las Batuecas.
Nuestros principales museos están en Ávila, Segovia (sepulcro y convento de San Juan de la Cruz), Úbeda (Jaén), Sevilla, Desierto de las Palmas (Castellón).
MUSEOS
DESIERTO DE LAS PALMAS
ALBA DE TORMES
EN PORTADA

“ME GUSTA VER LA SANTIDAD EN LOS ENFERMOS” (Papa Francisco, GE 7).
Comienza mirando a Jesús. Que evangeliza mirando a los enfermos, poniéndose en camino hacia ellos, tocando sus heridas, regalándoles palabras de gracia, inclinándose. Y esto lo sigue haciendo hoy. Esta es su alegría desbordante. No hay humanización del mundo de los enfermos sin humanización de uno mismo. Mucho más eficaz que la improvisación es la formación, para aprender de todos los mensajes que los enfermos transmiten y crear con ellos un vínculo sanador. Descubre tu misión. En la sociedad actual, sobrecargada de tensiones y conflictos internos Jesús te invita a religarte a los enfermos, a contarles una historia de amor, a comunicarles esperanza. El tiempo que pasas junto a un enfermo es un tiempo santo, alabas a Dios y haces más creíble la evangelización. Mira con atención la santidad en los enfermos. El Espíritu Santo está sobre ti y te ha ungido para mirar con compasión y ternura la grandeza de cada enfermo que está en la periferia. Cada uno de ellos es “un aliento profético, un testimonio vivo” (GE 8). Ponles...