“Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo”

8 Jun 2025 | Actualidad, Evangelio Dominical

Hoy revivimos y celebramos el verdadero cumplimiento, para cada uno, de la Promesa del Padre. Lo que fue dicho hace tantísimos años a Abraham, hoy se hace realidad para la innumerable prole que somos su descendientes, sus hijos en la misma de que hemos podido y sabido sostener está confianza hasta el día de hoy. Pues, de verdad, en este día podemos decir que Dios es nuestro Dios y todos nosotros su pueblo, más aún, sus hijos. Sentado a la derecha de su Padre, finalmente reunido con Él también en su naturaleza humana, envía su Santo Espíritu, ese Paráclito, ese “otro Jesús” anunciado por quién es el Hijo y la Palabra y donado por quién es el Padre origen y sostén de toda vida. Y lo envío sobre su iglesia, sobre aquellos a quienes pidió esperar que se cumpliese este día, velando en oración, repasando junto con María, la Madre, todos los hechos y palabras del Maestro que han llevado a vivir esto. Así lo contaba la primera lectura: mientras estaban reunidos en oración con María, irrumpió en aquella sala como un viento fuerte y luego aparecieron como una llamas de fuego que se situaron sobre cada uno de los presentes. es la figura, forma o comparación que manifiesta la intervención divina, que el Espíritu Santo ha descendido por fin sobre todos ellos. El Padre y Cristo mismo, como prometió les hizo este regalo a cada uno en particular pero se lo hizo mientras estaban reunidos en la asamblea y en oración común. Es el Espíritu de Dios pero también de Jesús, como Él había anunciado, y está aquí no para guiar a la Iglesia como se le ocurra a Él (o al “inspirado” profeta de turno) sino según todo lo ya establecido por Cristo quien no hizo toda su vida terrena más que cumplir la voluntad del Padre. Nadie puede tomar al Espíritu para justificar sus propias doctrinas o “geniales* ideas ya que Él ha venido y permanece para llevar a cumplimiento en cada cristiano, en la iglesia y en el mundo entero la obra de Cristo quien, a su vez, siempre fue muy consciente de haber sido enviado por el Padre en base a la única voluntad salvífica de la Trinidad. Así lo señalaba el Evangelio: el Paráclito hace presente al mismo Jesús, realiza su paz en quienes le reciben, esto es, rehace y reconstituye la comunidad, a la iglesia entera, haciendo posible y visible su acción salvífica mediante la predicación y los Sacramentos. Y especialmente da el poder a los discípulos de perdonar o retener el pecado (centro mismo de la salvación humana), según cada persona, según su arrepentimiento o no, según sea lo más conveniente y necesario a cada cual, según ese abrirse a la verdad que trae la conversión y la real comunión con Dios.