La muerte del Inocente del Viernes Santo mete a la humanidad delante de un espejo. Allí vemos cuanto la ceguera del fariseísmo puede ofuscar la mente humana para llegar a la más grande injusticia. El inocente debe morir para hacer callar la voz disonante. Sin embargo, como todas las injusticias, levanta el clamor contra la mentira cuando después de la ejecución se tiene tiempo de comprender el error cometido. No nos acercamos al Viernes Santo, a la Pasión de Cristo, sin saber el desenlace de la madrugada del domingo, o sea, del triunfo de Cristo en la vida resucitada. Y la meditación del dolor, de la injusticia, del martirio, tiene una proyección hacia la victoria en la sanación, la verdad y la vida. Esperanza. Con el Viernes Santo medito sobre la esperanza. La esperanza puede ser vista como la virtud más practicada de la humanidad. Incluso muchas personas que dicen haber perdido la esperanza de alguna manera la practican. Todos esperamos que las cosas cambien, son pocas las personas que no dan la posibilidad a creer que las situaciones pueden mejorar. Ante las...