«Todos os odiarán por causa de mi nombre»

12 Nov 2022 | Evangelio Dominical

Jesús nunca eludió un tema escabroso, nunca negó su opinión clara y definida sobre los asuntos que más importaban, nunca fue política o religiosamente «correcto». Y desde luego no iba a empezar cuando tocó hablar sobre el fin de todas las cosas. Sobre el fondo de la sabiduría bíblica, expresada sobre todo por los profetas (primera lectura), Jesús comienza su enseñanza hablando de la destrucción que parece es siempre el primer paso. En esta ocasión, no será Dios quien tome la iniciativa sino los hombres, nacionalistas judíos buscando la «libertad» e imperialistas romanos sosteniendo el «orden» y la «ley», provocaran la destrucción de casi todo, y simbólicamente, del Templo, el Lugar de la presencia de Dios. Así, de la octava maravilla del mundo no quedará «piedra sobre piedra» y poco menos de la estructura y organización central del judaísmo. Cuando le preguntan por señales, Jesús insiste en desligar esto que sucederá, que será por tanto historia humana, de su nombre y su obra. El ya no estará físicamente presente y muchos intentarán utilizar su nombre en propio provecho, especialmente para llamar a la guerra y a más destrucción. De hecho, todas esas guerras y revoluciones serán una señal «pero el final no vendrá enseguida». Será mejor que los cristianos no estén atentos a todos signos aterradores sino a su propia lucha pues estarán, ya desde hacía tiempo, viviendo la persecución. En realidad, más que del fin del mundo, Jesús enseña sobre la lucha que habrá, que hay que sostener. Y afirma claramente que se tienen que preparar para una guerra de «testimonios», ante sus contemporáneos, ante los tribunales, ante los correspondientes y sucesivos poderes políticos. Todo será ocasión de dar testimonio y un testimonio a base de «palabras y sabiduría» que vienen directamente de Él, esto es, son su vida, sus enseñanzas, su Evangelio, que se adapta y presenta ante cada tribunal y cada poder. Porque, en realidad, el fin, cuando llegue, solo será eso el fin de todo y la culminación de la obra de Dios. No es importante porque lo decisivo es que lo más importante y esencia de este «fin» ya ha comenzado con Jesús, puesto que se trata de perseverar en la vida ya iniciada, en el reino que está aquí, junto con quien lo ha inaugurado y lo sostiene. El reino que ha llegado y lucha es Jesús y quienes le siguen, quienes queremos vivir como Él.

Primera lectura: Malaquías 4, 1-2a

Segunda lectura: 2Tesalonicenses 3, 7-12

Evangelio: Lucas 21, 5-19