Jesús nunca eludió un tema escabroso, nunca negó su opinión clara y definida sobre los asuntos que más importaban, nunca fue política o religiosamente «correcto». Y desde luego no iba a empezar cuando tocó hablar sobre el fin de todas las cosas. Sobre el fondo de la sabiduría bíblica, expresada sobre todo por los profetas (primera lectura), Jesús comienza su enseñanza hablando de la destrucción que parece es siempre el primer paso. En esta ocasión, no será Dios quien tome la iniciativa sino los hombres, nacionalistas judíos buscando la «libertad» e imperialistas romanos sosteniendo el «orden» y la «ley», provocaran la destrucción de casi todo, y simbólicamente, del Templo, el Lugar de la presencia de Dios. Así, de la octava maravilla del mundo no quedará «piedra sobre piedra» y poco menos de la estructura y organización central del judaísmo. Cuando le preguntan por señales, Jesús insiste en desligar esto que sucederá, que será por tanto historia humana, de su nombre y su obra. El ya no estará físicamente presente y muchos intentarán utilizar su nombre en propio provecho, especialmente para llamar a la guerra y a más destrucción. De hecho, todas esas guerras y revoluciones serán una señal «pero el final no vendrá enseguida». Será mejor que los cristianos no estén atentos a todos signos aterradores sino a su propia lucha pues estarán, ya desde hacía tiempo, viviendo la persecución. En realidad, más que del fin del mundo, Jesús enseña sobre la lucha que habrá, que hay que sostener. Y afirma claramente que se tienen que preparar para una guerra de «testimonios», ante sus contemporáneos, ante los tribunales, ante los correspondientes y sucesivos poderes políticos. Todo será ocasión de dar testimonio y un testimonio a base de «palabras y sabiduría» que vienen directamente de Él, esto es, son su vida, sus enseñanzas, su Evangelio, que se adapta y presenta ante cada tribunal y cada poder. Porque, en realidad, el fin, cuando llegue, solo será eso el fin de todo y la culminación de la obra de Dios. No es importante porque lo decisivo es que lo más importante y esencia de este «fin» ya ha comenzado con Jesús, puesto que se trata de perseverar en la vida ya iniciada, en el reino que está aquí, junto con quien lo ha inaugurado y lo sostiene. El reino que ha llegado y lucha es Jesús y quienes le siguen, quienes queremos vivir como Él.
Primera lectura: Malaquías 4, 1-2a
Mirad que llega el día,
ardiente como un horno:
malvados y perversos serán la paja,
y los quemaré el día que ha de venir
–dice el Señor de las Huestes–,
y no quedará de ellos ni rama ni raíz.
Pero a los que honran mi nombre
los iluminará un sol de justicia
que lleva la salud en las alas.
Segunda lectura: 2Tesalonicenses 3, 7-12
Hermanos:
Ya sabéis cómo tenéis que imitar mi ejemplo:
No viví entre vosotros sin trabajar,
nadie me dio de balde el pan que comí,
sino que trabajé y me cansé día y noche,
a fin de no ser carga para nadie.
No es que no tuviera derecho para hacerlo,
pero quise daros un ejemplo que imitar.
Cuando viví con vosotros os lo dije:
el que no trabaja, que no coma.
Porque me he enterado de que algunos
viven sin trabajar, muy ocupados en no hacer nada.
Pues a esos les digo y les recomiendo,
por el Señor Jesucristo,
que trabajen con tranquilidad
para ganarse el pan.
Evangelio: Lucas 21, 5-19
En aquel tiempo, algunos ponderaban la belleza del templo, por la calidad de la piedra y los exvotos. Jesús les dijo:
–Esto que contempláis, llegará un día en que no quedará piedra sobre piedra: todo será destruido.
Ellos le preguntaron:
–Maestro, ¿cuándo va a ser éso?, ¿y cuál será la señal de que todo eso está para suceder?
El contestó:
–Cuidado con que nadie os engañe. Porque muchos vendrán usando mi nombre diciendo: «Yo soy» o bien «el momento está cerca»; no vayáis tras ellos.
Cuando oigáis noticias de guerras y de revoluciones, no tengáis pánico.
Porque eso tiene que ocurrir primero, pero el final no vendrá en seguida.
Luego les dijo:
–Se alzará pueblo contra pueblo y reino contra reino, habrá grandes terremotos, y en diversos países epidemias y hambre.
Habrá también espantos y grandes signos en el cielo.
Pero antes de todo eso os echarán mano, os perseguirán, entregándoos a los tribunales y a la cárcel, y os harán comparecer ante reyes y gobernadores por causa de mi nombre: así tendréis ocasión de dar testimonio.
Haced propósito de no preparar vuestra defensa: porque yo os daré palabras y sabiduría a las que no podrá hacer frente ni contradecir ningún adversario vuestro.
Y hasta vuestros padres, y parientes, y hermanos, y amigos os traicionarán, y matarán a algunos de vosotros, y todos os odiarán por causa de mi nombre.
Pero ni un cabello de vuestra cabeza perecerá: con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas.