El Evangelio de Lucas muestra buena parte de la enseñanza de Jesús a base de parábolas. Las parábolas reflejan bien e incluso actúan el propósito principal de Jesús: hacer ver que la presencia de Dios, en Él, se ha acercado a la historia y la vida de los hombres, que es palpable, asumible, aceptable. Esto último es tan importante como lo primero. Es decir, que es esencial que Dios venga a nosotros en Jesús y se quede a nuestro lado pero tan importante como esto es que lo sepamos aceptar, que tengamos la suficiente sabiduría de la vida como para acoger la salvación, la redención, la vida que la presencia de Jesús significa. Lo dicho implica, en primer lugar, entender realmente qué quiere decir esta presencia de la salvación entre nosotros. Ciertamente es la luz y la verdad de Dios, pero como tal luz y verdad, no ha venido a debatir con teorías humanas o semi-divinas, acerca de la injusticia, la política, las relaciones económicas. Como verdad y como luz se confronta, directamente, con todo lo malo e imperfecto y lo desautoriza, revela su mentira, lo «destruye», lo «condena», incluso, porque la verdad no tiene parangón con la mentira, lo eterno con lo que solo puede ser temporal, lo que vale siempre con lo que no sabemos si servirá mañana. Jesús habla con esta parábola de cómo acogemos la misericordia del Padre, de cómo nos preocupamos realmente de «lo nuestro», de lo que hemos recibido, de lo que sabemos que valdrá siempre. Al igual que el hijo «no pródigo» de la parábola del domingo anterior, el problema que solemos tener es no haber caído en la cuenta de lo que tenemos, de lo que ya disfrutamos y estar siempre buscando en base a no se sabe muy qué esperanza de evolución o mejora o «perenne pogreso» lo que nunca tendremos. Frente a ello, la parábola nos habla de gestionar lo que ya tenemos entre manos, de descubrir o redescubrir que hemos sido salvados, redimidos, que tenemos, si la deseamos con todo el corazón, la amistad de Dios en Cristo y que cuando las cosas vienen mal dadas, más vale recurrir a lo que sabemos, por tradición, enseñanza, experiencia, especialmente darnos cuenta de todo el amor y la misericordia que ya hemos recibido, que ya está en nuestra cuenta y que, quizá, dejándonos llevar por otras propuestas más fáciles, habíamos dejado de lado. Esta es la verdadera elección y está en el corazón de cada uno.
Primera lectura: Amós 8, 4-7
Escuchad esto los que exprimís al pobre,
despojáis a los miserables,
diciendo: ¿cuándo pasará la luna nueva
para vender el trigo,
y el sábado para ofrecer el grano?
Disminuís la medida, aumentáis el precio,
usáis balanzas con trampa,
compráis por dinero al pobre,
al mísero por un par de sandalias,
vendiendo hasta el salvado del trigo.
jura el Señor por la Gloria de Jacob
que no olvidará jamás vuestras acciones.
Segunda lectura: 1Timoteo 2, 1-8
e ruego, pues, lo primero de todo, que hagáis oraciones, plegarias, súplicas, acciones de gracias por todos los hombres, por los reyes y por todos los que están en el mando, para que podamos llevar una vida tranquila y apacible, con toda piedad y decoro. Eso es bueno y grato ante los ojos de nuestro Salvador, Dios, que quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad.
Pues Dios es uno, y uno solo es el mediador entre Dios y los hombres, el hombre Cristo Jesús, que se entregó en rescate por todos: éste es el testimonio en el tiempo apropiado: para él estoy puesto como anunciador y apóstol –digo la verdad, no miento–, maestro de los paganos en fe y verdad.
Encargo a los hombres que recen en cualquier lugar alzando las manos limpias de ira y divisiones.
Evangelio: Lucas 16, 1-13
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
Un hombre rico tenía un administrador y le llegó la denuncia de que derrochaba sus bienes.
Entonces lo llamó y le dijo:
–¿Qué es eso que me cuentan de ti? Entrégame el balance de tu gestión, porque quedas despedido.
El administrador se puso a echar sus cálculos:
– ¿Qué voy a hacer ahora que mi amo me quita el empleo? Para cavar no tengo fuerzas; mendigar, me da vergüenza. Ya sé lo que voy a hacer para que cuando me echen de la administración, encuentre quien me reciba en su casa.
Fue llamando uno a uno a los deudores de su amo, y dijo al primero:
¿Cuánto debes a mi amo?
Este respondió:
– Cien barriles de aceite.
El le dijo:
– Aquí está tu recibo: aprisa, siéntate y escribe «cincuenta».
Luego dijo a otro:
– Y tú, ¿cuánto debes?
El contestó:
– Cien fanegas de trigo.
Le dijo:
– Aquí está tu recibo: Escribe «ochenta».
Y el amo felicitó al administrador injusto, por la astucia con que había procedido. Ciertamente, los hijos de este mundo son más astutos con su gente que los hijos de la luz.
Y yo os digo: Ganaos amigos con el dinero injusto, para que cuando os falte, os reciban en las moradas eternas.
El que es de fiar en lo menudo, también en lo importante es de fiar; el que no es honrado en lo menudo, tampoco en lo importante es honrado.
Si no fuisteis de fiar en el vil dinero, ¿quién os confiará lo que vale de veras? Si no fuisteis de fiar en lo ajeno, ¿lo vuestro quién os lo dará ?
Ningún siervo puede servir a dos amos: porque o bien aborrecerá a uno y amará al otro, o bien se dedicará al primero y no hará caso del segundo. No podéis servir a Dios y al dinero.