«Nosotros mismos lo hemos oído y sabemos que él es de verdad el Salvador del mundo»

11 Mar 2023 | Evangelio Dominical

La conversión, el volvernos hacia el Dios que se nos manifiesta en Cristo, es una decisión que se toma y que hay que mantener cada día, durante toda la vida. En ello consiste la vida de la fe, que es la vida cristiana o en Cristo: consiste siempre en «salir» de la situación vital donde nos ha encontrado la gracia (la Palabra) y que suele ser de esclavitud y estabilidad, hacia esa tierra y esa vida que la misma Palabra promete y la gracia va alcanzando con nuestra colaboración. Durante este tiempo, esa vida, puede llegar a faltar casi todo (o eso nos parece al comparar con la situación anterior, con las «ollas de Egipto») pero nunca nos faltará lo esencial para seguir viviendo, cambiando, caminando (primera lectura). En realidad, durante todo el tiempo estamos siendo sostenidos por Aquél que nos llamó, nos hizo salir y nos conduce. Pero se trata e un sustento interior, invisible, escondido, como hace Dios las cosas; un sustento que va directamente al centro de la vida, mediante la fe, la esperanza, la caridad. No nos falta nunca pero no podemos exigir o que se nos manifieste de modo especial o se nos dé a nuestro interés o gusto porque no depende de nosotros sino que es un don libre de Dios. Por eso la Escritura usa el agua como una buena analogía para hablar de este sustento: sin ella no podemos vivir pero al fin es inodora e insípida (o debería serlo). Es básica: cuando está presente no lo notamos y en la situación que atraviesa el pueblo en marcha por el desierto, solo puede venir de Dios. El agua revela nuestra esencial necesidad a través de la sed y por eso Jesús habla de ambas cosas con la Samaritana junto a ese pozo que es un recuerdo material de cómo Dios mismo sostuvo a los patriarcas, padres de la fe. De nuevo, como en las tentaciones, Jesús manifiesta su humanidad necesitada de agua material para que quede al descubierto la otra sed del espíritu que sufre la mujer, que sufrimos todos y que Él ha venido a saciar. Jesús la ofrece directamente y la da, en esta conversación con ella, con sus explicaciones, pero sobre todo con su misma persona. Es el encuentro con el hombre Cristo Jesús lo que nos hace descubrir, a la vez, lo sedientos que estamos y que Él es el amor verdadero que ha venido a saciarla. Así sucede en este diálogo con esta mujer, la samaritana, quien reconoce en Él a un profeta, luego al Mesías y por último al Salvador de todo el mundo. Porque Jesús ha venido para esto mismo: para manifestar, hacer presente en su humanidad y sostener con ella, con su amistad y compañía nuestro propio camino en la fe, para que sepamos en la fe que nos sostiene el amor en este camino hecho esencialmente de la esperanza en Él.

Primera lectura: Éxodo 17, 3-7

Segunda lectura: Romanos 5, 1-2. 5-8

Evangelio: Juan 4, 5-42