«María ha escogido la parte mejor, y no se la quitarán»

15 Jul 2022 | Evangelio Dominical

Otro encuentro de Jesús en su camino al cumplimiento de su vida y misión. En esta ocasión sucede entre los suyos, en una aldea donde sí le reciben, donde Jesús está como en su casa. La primera lectura, que suele poner en contexto el Evangelio, nos hablaba de la importancia de la hospitalidad en la antigüedad y en las tierras en las que surgió la revelación. Abrahán, gracias a ella, recibe nada menos que a estos tres ángeles en los que la tradición ha visto a Dios mismo, incluso manifestado como las Tres Personas. En esta visita tan especial Abrahán recibe el anuncio definitivo de que el Dios que le llamó cumplirá pronto, nueve más más adelante, su promesa de darle hijo de su propia carne y su misma casa. En el Evangelio, es una mujer, Marta, quien le recibe y se esmera y esfuerza para que todo esté a punto, para acogerle de verdad, facilitarle descanso y comodidad. En casa hay otra mujer, su hermana María, quien, en cambio, “sentada a los pies del Señor, escuchaba su palabra”.

Se definen así dos actitudes con profundas repercusiones en cómo la iglesia se entiende a sí misma. Mientras María se dedica a solo escuchar y mirar a Jesús, sobre Marta recae toda la tarea de servir, hasta que se da cuenta y se queja al mismo Jesús a quien reclama que inste a María a ayudarle. Jesús sentencia, en cambio, que es Marta la que se entretiene con lo accesorio, dejando a María “la mejor parte” y que por eso “no se la quitarán”. El texto siempre se ha entendido como un debate, resuelto por Jesús, entre los diversos modos de servir en la iglesia, ya sea con la contemplación o con la acción caritativa y pastoral. Claramente, Jesús señala que “la mejor parte”, la “única necesaria” para el discípulo es la escogida por María: sentarse a sus pies y escuchar su palabra. Ciertamente, nadie es discípulo solo “haciendo cosas por Jesús” sin estar con Él nunca, pues acabaría por no saber por qué las hace y ni cómo y, sobre todo, no disfrutaría el don de Dios y no tendría más capacidad que la suya propia humana, siempre limitada. Pero quizá el texto va más allá: se afirma del modo más claro, sencillo y definido que las mujeres, María y también Marta, también son discípulos y de primer nivel. No son una especie de colaboradoras en segundo plano, aunque sea ocupándose de lo más práctico y siempre necesario. El discípulo es, primero, aquel que dedica tiempo, espacio y lugar a Jesús, a su Palabra y solo después, iinspirado por este amor, se puede convertir en hermano, servidor de los demás.

Primera Lectura

Segunda Lectura

Evangelio