«Esforzaos en entrar por la puerta estrecha»

23 Ago 2025 | Aventuremos la Vida, Evangelio Dominical

El Evangelista Lucas nos presenta la enseñanza de Jesús mientras este va de camino. Recordemos que suben hacia Jerusalén, a culminar su Misión. A menudo se trata de encuentros como el de hoy (y lo narrado los domingos anteriores) en que personas sin identificar le hacen preguntas que nos interesan a todos. Sobre la de hoy, lo primero que tenemos que preguntarnos es si de verdad nos interesa. Me refiero al tema de la salvación, de alcanzar la meta de nuestra fe, la plena comunión con Dios y con los demás en la Vida Eterna, en el Cielo pues hemos perdido o estamos perdiendo la visión trascendente que nos recuerda que ser cristiano es mucho más que vivir de espaldas al pecado y cara al amor al prójimo y a restablecer toda la justicia que podamos en este mundo. Que se trata de «salvación», de dejarnos salvar, en realidad, por Dios en Cristo y que solo desde esta «salvación» podemos amar de verdad y con constancia y fruto al prójimo y construir una justicia que sea algo más que un mero parche temporal. Puede también que como al que pregunta a Jesús, solo nos preocupe el número de los que se salvan, de los que logran llegar a la meta o, tras llegar, son admitidos a participar completamente de los premios divinos. Porque si nos quedamos en la letra de la Escritura, Ley y Evangelio, la exigencia es grande y el camino dificultoso. También, desde la práctica, quizá no vemos a demasiadas personas que se tomen en serio cumplir con todos los requisitos. En la actualidad, además, hay muchos, incluso ministros de la Iglesia, que parecen decir que no habrá ningún problema y que prácticamente todos estamos salvados (generalmente quien habla lo hace a quienes piensan o sienten como él) y que, por tanto, todas esas exigencias no serían más que un modo de motivar para que creamos que ya Dios nos ha salvado y poco más tenemos que hacer. Pero Jesús no responde hablando de números o porcentajes, no recomienda atajos, libros o rabinos específicos para afrontar el tema que es el más importante de todos. No, solo le dice y nos dice que nos esforcemos en entrar por la puerta estrecha y cuánto antes pues puede ser que si lo dejamos para el final, sea ya tarde. Es muy posible, dice Jesús, que muchos intenten entrar y ya no puedan. Es decir, que lo importante no es intentar adivinar qué sucederá al final, qué respuestas serán las correctas en el último examen sino caminar correctamente desde ahora, tomarnos muy en serio en nuestra vida las exigencias del mismo Jesús en el Evangelio. Porque esta Buena Nueva lo es, es el anuncio de que Dios ha irrumpido en nuestra realidad y vida en su propio Hijo Jesucristo, pero en ella es tan cierto que se revela la inmensa misericordia de Dios como la llamada a la conversión, a participar de esta misericordia dejándonos cambiar la propia vida. Jesús nos lleva a caminar realmente tras sus pasos, a «imitarle» de verdad, a hacer realidad en nuestra vida sus mandatos, sus advertencias, sus consejos, a caminar y vivir en referencia a su Palabra, que es la voluntad de su Padre que nos hace también sus hijos y hermanos entre nosotros. Nos deja muy claro que sin una transformación real de nuestra vida, una verdadera conversión y cambio de dirección, sin vivir a diario decidiendo a favor de Jesús y su proyecto, el reino de Dios, y en contra de nuestro egoísmo y codicia, no encontraremos siquiera la puerta de la salvación o no podremos atravesarla. Jesús usa el tema del reconocimiento: las solas apariencias de un cambio superficial o solo «ideológico», que profesemos solo con los labios la fe en Él, no bastará. Necesitamos la identificación con Él que solo se consigue creyendo y dejando que esta fe dé frutos de buenas obras y amor en nosotros. Esto no implica ser perfectos de golpe; al contrario, significa caminar siempre en nuestra verdad, en el conocimiento propio y la humildad, pedir perdón y otorgarlo. Todo esto es lo que consigue que seamos restaurados, reconstruidos, en una palabra, «salvados».