«El que blasfeme contra el Espíritu Santo no tendrá perdón jamás»

8 Jun 2024 | Evangelio Dominical

Volvemos, en este «tiempo ordinario», cotidiano, a leer y celebrar juntos el Evangelio según san Marcos, que nos lleva de la mano este año a mejor conocer a Cristo el Señor y nuestra realidad redimida y en continuo trabajo de acogida de la Palabra y la acción de Dios, a fin de hacer esto realidad en cada uno. Y retomamos nuestro texto en un momento especialmente decisivo y complicado. Hay que hacer un esfuerzo especial por entender lo que nos quiere decir y sus implicaciones pues es difícil percibir su contenido desde la idea básica que podamos tener del Evangelio como la manifestación de la inmensa misericordia y el perdón de Dios para con todos, que también lo es, aunque, como todo, hay que entenderlo bien. El fragmento leído habla, en el fondo, del rechazo a acoger a Jesús, en primer lugar, por parte de su familia –o eso parece–. Estos piensan que Jesús no está «en sus cabales». Esta es la introducción para un rechazo mucho más grave de Jesús: los escribas o especialistas en la Ley venidos de Jerusalén afirman que el profeta de Galilea dice lo que dice y, sobre todo, hace lo que hace por la fuerza de Belcebú, negando por completo su relación con Dios. Jesús los enfrenta mediante la argumentación haciéndoles ver que eso no es posible desde la razón y el sentido común. Pero, al final, les revela las gravísimas implicaciones de lo que están afirmando: decir que Él habla y obra gracias al Enemigo es negar explícitamente la acción del Espíritu Santo y, por tanto, hacerse incapaces del perdón de Dios. Todo es perdonable menos esto pues se trata de cerrar la puerta a Dios de modo radical, a su inmensa misericordia, a toda su obra en la vida los hombres. Es confundir la luz con las tinieblas y, en palabras de Jesús, no puede haber nada más grave ya que se incapacita a Dios, quien no forzará nunca nuestra voluntad, para obrar en nosotros. Por eso la primera lectura nos ponía en contexto mediante el relato del mismísimo pecad original: el rechazo de los primeros padres al plan de Dios que les hizo preferir su propio criterio y sus decisiones y caminos. El gran fruto de esta decisión es, como dice el mismo texto, fue descubrir el miedo y que estaban desnudos: la criatura que se aparte voluntariamente del Creador descubre su pobreza, debilidad, soledad y miedo irracional. Este pecado original dañó nuestra naturaleza, sin arruinarla, pero la dejó tocada, como inclinada a preferir el mal, o mejor dicho, a seguir los propios criterios contra los de Dios. El rechazo del Espíritu Santo, de su presencia en Jesús, en la iglesia y en nosotros es el rechazo a todo lo que Dios pudiera hacer por nosotros, por eso es «sin perdón posible», pues Dios respeta y respetará nuestra libertad. No somos mascotas sino que todo en nuestra vida es real, incluidas nuestras decisiones y sus consecuencias. No obstante, Jesús concluye el texto afirmando que somos su familia, que hemos sido redimidos por su palabra, su acción, su entrega y que «sólo» tenemos que cumplir la voluntad de Dios para ser como su hermano, su hermana o hasta su misma Madre. Por supuesto, con su ayuda, su presencia y, siempre, con el Espíritu Santo.

Primera lectura: Génesis 3, 9-15

Segunda lectura: 2Corintios 4, 13-5, 1

Evangelio: Marcos 3, 20-35