Hay muchos textos del Evangelio de los que se podría decir, salvo mejor opinión, que Jesús no sale en ellos del judaísmo. Su respeto a la Tradición verdadera de la revelación significa fidelidad a Dios y a sus obras pero hay otros, como el de hoy, en que propone claramente una nueva Alianza. Jesús entra en el Templo de Jerusalén, corazón esencial y vivencia de la Alianza de Dios con Israel y declara que su culto, su papel en el sostenimiento de la relación con Dios en que consiste realmente el Templo, ha caducado, ha sido superado, será sustituido por «otro Templo» que Él edificará, misteriosamente, en tres días. Esto es lo que responde a los judíos que han entendido plenamente su gesto (al revés que muchos cristianos que ven aquí el comienzo de no se sabe muy bien qué revolución o un simple «lavado de cara» o limpieza de un culto que un templo que con los años y los intereses se había convertido en otra cosa, un «mercado»). Jesús habla de un signo que se producirá a su debido tiempo: de un lado, este Templo se derrumbará (literalmente no quedará piedra sobre piedra gracias al «buen hacer» de los romanos) y Él construirá otro, en su propio cuerpo, cuando sea entregado a la muerte y resucite. Este será el nuevo y verdadero sacrificio, el corazón del nuevo templo que será edificado gracias a su entrega. Este nuevo y definitivo Sacrificio será el corazón del nuevo culto, de la nueva alianza, nueva relación entre Dios y el hombre, que restaurará y llevará a su culminación el plan de Dios. No obstante, la nueva alianza respeta, absorbe la Ley, la tercera alianza, de la que hablaba la primera lectura. Ni la más letra más pequeña (Mt 5,18). Todo lo dicho ahí, excepto lo que Jesús explícitamente deroga y mejora, tiene pleno vigor, especialmente el código de los «diez mandamientos» que traducen el pacto de amistad entre Dios y los hombres en un pacto de convivencia entre los hombres que los lleva a la verdadera fraternidad. Para los judíos no se trataba de una imposición «positiva» de Dios, claramente más fuerte, en el estilo de nuestros desproporcionados estados que obligan a cumplir por la fuerza todas aquellas normas que ellos consideran aprobadas por «mayoría» y que interesan para su propio sostenimiento, no para el bien de nadie. La Ley era y es un regalo, un don que recuerda todo lo realizado por Dios y que permite sostenerlo como bienes humanos de bienestar y comunión. Lo primero, que solo hay un Dios digno de que el hombre se arrodille y postre ante Él, porque es la Verdad y el Amor, la fidelidad y la gracia, la justicia y la misericordia. Los ídolos son todos falsos, engañosos y peligrosos, invenciones de hombres para esclavizar a otros hombres (hoy se trasmutan en ideologías y cosas peores). De ahí el honor, reconocimiento que culto que le debemos, para mantener viva la comunión con Él y entre nosotros. También así la Ley salvaguarda, poniendo límites, la sociedad humana y el verdadero intercambio entre las personas. Todo lo prohibido por la Ley es objetivamente malo, negativo y pernicioso, no contribuye al bien personal y común, sino que lo ataca. Jesús se manifiesta pues, como El que está lleno de gracia y verdad, como la Verdadera Presencia de Dios, nueva Ley pero también Quien la cumple y la lleva a plenitud, y nos hace partícipes a todos.
Primera lectura: Éxodo 20, 1–17
En aquellos días, el Señor pronunció las siguientes palabras:
«Yo soy el Señor, tu Dios,
que te saqué de Egipto, de la esclavitud.
No tendrás otros dioses frente a mí.
No te harás ídolos,
figura alguna de lo que hay arriba en el cielo,
abajo en la tierra
o en el agua debajo de la tierra.
No te postrarás ante ellos, ni les darás culto; porque yo, el Señor, tu Dios, soy un dios celoso:
castigo el pecado de los padres
en los hijos, nietos y biznietos,
cuando me aborrecen.
Pero actúo con piedad por mil generaciones
cuando me aman y guardan mis preceptos.
No pronunciarás el nombre del Señor, tu Dios, en falso.
Porque no dejará el Señor impune
a quien pronuncie su nombre en falso.
Fíjate en el sábado para santificarlo.
Durante seis días trabaja y haz tus tareas,
pero el día séptimo es un día de descanso,
dedicado al Señor, tu Dios:
no harás trabajo alguno,
ni tú, ni tu hijo, ni tu hija,
ni tu esclavo, ni tu esclava, ni tu ganado,
ni el forastero que viva en tus ciudades.
Porque en seis días hizo el Señor
el cielo, la tierra y el mar
y lo que hay en ellos.
Y el séptimo día descansó:
por eso bendijo el Señor el sábado y lo santificó.
Honra a tu padre y a tu madre:
así prolongarás tus días
en la tierra que el Señor, tu Dios, te va a dar.
No matarás.
No cometerás adulterio.
No robarás.
No darás testimonio falso contra tu prójimo.
No codiciarás los bienes de tu prójimo;
no codiciarás la mujer de tu prójimo,
ni su esclavo, ni su esclava, ni su buey, ni su asno,
ni nada que sea de él.»
Palabra de Dios.
O bien más breve:
Lectura del libro del Éxodo 20, 1-3. 7-8. 12-17
En aquellos días, el Señor pronunció las siguientes palabras:
«Yo soy el Señor, tu Dios,
que te saqué de Egipto, de la esclavitud.
No tendrás otros dioses frente a mí.
No pronunciarás el nombre del Señor, tu Dios, en falso.
Porque no dejará el Señor impune a quien pronuncie su nombre en falso.
Fíjate en el sábado para santificarlo.
Honra a tu padre y a tu madre:
así prolongarás tus días
en la tierra que el Señor, tu Dios, te va a dar.
No matarás.
No cometerás adulterio.
No robarás.
No darás testimonio falso contra tu prójimo.
No codiciarás los bienes de tu prójimo;
no codiciarás la mujer de tu prójimo,
ni su esclavo, ni su esclava, ni su buey, ni su asno,
ni nada que sea de él.»
Segunda lectura: 1Corintios 1, 22-25
Hermanos:
Los judíos exigen signos, los griegos buscan sabiduría; pero nosotros predicamos a Cristo crucificado: escándalo para los judíos, necedad para los gentiles; pero, para los llamados –judíos o griegos–, un Mesías que es fuerza de Dios y sabiduría de Dios.
Pues lo necio de Dios es más sabio que los hombres; y lo débil de Dios es más fuerte que los hombres.
Evangelio: Juan 2, 13-25
Se acercaba la Pascua de los judíos, y Jesús subió a Jerusalén. Y encontró en el templo a los vendedores de bueyes, ovejas y palomas, y a los cambistas sentados; y, haciendo un azote de cordeles, los echó a todos del templo, ovejas y bueyes; y a los cambistas les esparció las monedas y les volcó las mesas; y a los que vendían palomas les dijo:
–«Quitad esto de aquí; no convirtáis en un mercado la casa de mi Padre.»
Sus discípulos se acordaron de lo que está escrito: «El celo de tu casa me devora.»
Entonces intervinieron los judíos y le preguntaron:
–«¿Qué signos nos muestras para obrar así?»
Jesús contestó:
–«Destruid este templo, y en tres días lo levantaré.»
Los judíos replicaron:
–«Cuarenta y seis años ha costado construir este templo, ¿y tú lo vas a levantar en tres días?»
Pero él hablaba del templo de su cuerpo. Y, cuando resucitó de entre los muertos, los discípulos se acordaron de que lo había dicho, y dieron fe a la Escritura y a la palabra que había dicho Jesús.
Mientras estaba en Jerusalén por las fiestas de Pascua, muchos creyeron en su nombre, viendo los signos que hacía; pero Jesús no se confiaba con ellos, porque los conocía a todos y no necesitaba el testimonio de nadie sobre un hombre, porque él sabía lo que hay dentro de cada hombre.