«A cuantos la recibieron, les da poder para ser hijos de Dios, si creen en su nombre»

24 Dic 2022 | Evangelio Dominical

La Navidad es nuestra fiesta más entrañable, es decir, en la que celebramos y revivimos la entraña misma de nuestra fe: cómo el Hijo eterno de Dios se unió a una naturaleza como la nuestra con todas sus consecuencias y vino para ser hombre desde el principio y desde abajo, asumiendo todo lo nuestro: carne, circunstancias, limitaciones. Todo menos el pecado, que no forma parte de nuestro ser y sustancia según el originario plan divino, aunque lleve tanto con nosotros que nos parezca algo inevitable. Para revivir y celebrar, hemos escuchado el texto quizá más hermoso e «inspirado» tanto divina como humanamente en la Escritura. Ahí está todo: quién es el Verbo Verbo Eterno, Dios mismo vuelto hacia el mundo que lo ha creado y sostiene. El es la vida, la luz y, sobre todo, la Verdad. Es decir, la Palabra viva de Dios es la razón divina que se une a la razón humana para revelarnos y decirnos, desde dentro, quién es Dios, quiénes somos cada uno. Y por eso se hizo hombre, dándolo todo, para hacernos capaces, en nuestra carne, no en ninguna vida futura o ideal, de ser hijos de Dios, con tal de acogerlo y reconocerlo, abriendo la existencia a la fe. Pero se trata de una acogida completa: de Aquél que es más grande que nuestra razón, voluntad e inteligencia, y esto solo es posible desde la humildad radical. Hay que dar a Alguien más grande, poderoso, bueno el control de nuestra vida y eso es siempre lo más difícil. Para eso nos preparamos, eso significa la conversión pero también la misma vida cristiana: caminar en esta luz que viene de lo alto pero ilumina lo que somos y el camino que tenemos por delante (y por detrás) para que podamos recorrerlo sabiendo a donde conduce y en la verdad: venimos de Dios y vamos hacia Él, acompañados de hermanos, no de enemigos, dando también testimonio, mediante la humildad y la alegría de que hemos sido encontrados y redimidos.

Primera lectura: Isaías 52, 7-10

¡Qué hermosos son sobre los montes
los pies del mensajero que anuncia la paz,
que trae la Buena Nueva,
que pregona la victoria,
que dice a Sión: «Tu Dios es rey»!
Escucha: tus vigías gritan,
cantan a coro,
porque ven cara a cara al Señor,
que vuelve a Sión.
Romped a cantar a coro,
ruinas de Jerusalén,
que el Señor consuela a su pueblo,
rescata a Jerusalén;
el Señor desnuda su santo brazo
a la vista de todas las naciones,
y verán los confines de la tierra
la victoria de nuestro Dios.

Segunda lectura: Hebreos 1, 1-6

Evangelio: Juan 1, 1-18