El Evangelio narra la irrupción y la presencia, desde entonces, del reino de Dios entre nosotros. Él ha entrado en nuestra realidad en la persona de Jesús y permanece hasta el fin de los días. El texto de hoy nos ayuda a comprender que todo el poder de Dios estaba en su Hijo, en el hombre Jesús, que Dios nos lo dio todo en este hombre que tuvo y tiene en su mano toda la capacidad de Dios para actuar y restaurar, sanar su creación. Jesús lo muestra directamente en sus signos y sus gestos, en sus curaciones, en relatos como el de hoy. Jesús muestra y, al mismo tiempo, oculta la fuerza de Dios, como el mismo Dios hace. Él es el único poder del universo y, por eso precisamente, no necesita mostrarlo, al revés que los "poderes" de este mundo. Pero ese poder está y reside en Cristo, Hijo de Dios por naturaleza, y hombre también por naturaleza. El texto así nos muestra uno de estos momentos en que Jesús muestra directamente su autoridad sobre la creación, sobre este mar en miniatura de Galilea, pero capaz de hundir y anegar una barca como las de los apóstoles lo mismo que un...