«Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu»

12 Abr 2025 | Actualidad, Evangelio Dominical

Con esta celebración inauguramos la gran semana en la que conmemoramos el acontecimiento principal de nuestra fe: que Cristo el señor Hijo de Dios e Hijo del hombre culminó su misión entregando su vida al Padre para redimirnos y resucitando restauró la creación misma y todo lo que estaba mal en nuestra vida. Lo celebramos escuchando abundantemente la Palabra de Dios para que nos comunique la verdad profunda de lo que conmemoramos: en resumidas cuentas, que se hace verdad para todos lo que el domingo pasado escuchamos que Jesús hacía verdad para esa mujer adúltera. Jesús nos ha conseguido el perdón radical, ha restaurado nuestro ser interior y nos da la ocasión real de vivir una vida nueva. Pero para hacerlo posible hubo de afrontar en los últimos días de su vida, aunque en realidad lo había venido afrontando durante toda su existencia, las consecuencias del mal y del pecado de todos los hombres. Así el profeta, el Siervo del que hablaba Isaías (primera lectura): vino a este mundo con el único propósito de realizar la voluntad de Dios siendo el hombre obediente por excelencia, el Hijo de Dios también en su vida humana y a ello dedicó toda su vida. Por eso hizo presente la Palabra de Dios y la realizó salvando curando dando siempre esperanza de vida a todos. Y cuando ya no pudo más, culminó esta misión entregando su propia vida para manifestar la fidelidad de Dios, su amor y su perdón por todos y cada uno de nosotros. Por qué se tuvo que hacer de esta manera nos hace entrar en el misterio: no entendemos que esta vida no es un juego, que Dios no puede «magia», o lo que es lo mismo, manipular nuestra libertad y nuestra conciencia. Dios, en Jesús, quiso y y pudo venir en persona a remediar el mal hecho, a dar la vuelta a la mismísima historia, mejor todavía a transformarla a convertir un camino que iba a la muerte reconduciéndolo hacia la vida. La vida y entrega obedientes de Jesús revirtió la condena que es siempre el pecado e hizo efectiva para cada uno de nosotros gracias al bautismo y los sacramentos una real y concreta vida nueva. La historia concreta de esto es lo que refleja el relato de su Pasión y Muerte que hemos leído: Jesús nos redimió no con ideas hermosas y palabras profundas, sino sacrificándose a sí mismo y regalándonos este Sacrificio como el camino que siempre abierto hacia la amistad con Dios. Pero requiere, como hemos visto, reconocer la tentación, confesar en Él al Hijo de Dios sin lo cual si entrega no sería sino otra muerte trágica de alguien que se ofrece en lugar de la multitud, convertirnos a esta nueva realidad y camino abiertos por El y aceptar de modo efectivo la misericordia de Dios manifestada en Él en una vida que realmente se dirija, cumpliendo sus mandamientos, hacia Dios, el Padre, que le ha enviado.

Primera lectura: Is 50, 4-7

Segunda lectura: Flp 2, 6-11

Evangelio: Lc 22, 14 – 23, 56