El sábado 18 de noviembre se celebró de modo solemne y oficial, porque la ocasión lo requería, el reinicio, nuevo comienzo de la Fraternidad OCDS San Juan de la Cruz de Valencia. Dentro de la celebración de la Eucaristía, presidida por el P. Amando Cantó, Superior, y concelebrada por toda la comunidad con la presencia también de los dos postulantes a Carmelitas descalzos, tres matrimonios, Francisco Javier Sanchis y Trinidad Muñoz, Vanessa Pérez y Federico Castro, María Eugenia Vives y José Ángel Garde, realizaron su rito de iniciación en la comunidad OCDS, compuesta ya por Marisa Camaró, Emilio Luis Torres, con promesas definitivas y trasladados desde la Fraternidad de Caravaca (Murcia) y Carmen Martínez, iniciada en la Fraternidad de Madrid – Triana.
La Comunidad de la Orden Seglar de los Carmelitas Descalzos, bajo el título de San Juan de la Cruz en la ciudad de Valencia, fue erigida canónicamente el 23 de noviembre de 1954 por el Rev. P. Vicario General Vicente de San Pablo, con la aprobación del Obispo de la archidiócesis valentina, poco después de la fundación de la propia comunidad de Carmelitas descalzos de san Juan de la Cruz. Después de una larga y fructuosa historia, sus últimos miembros se incorporaron a la Comunidad de Valencia – Ntra. Sra. del Carmen.
Durante su homilía, el P. Amando Cantó señaló el hecho de que el reinicio de la vida común carmelitana en la casa de Valencia – San Juan de la Cruz ha coincido con la restauración de la Comunidad del Carmelo Seglar, esperando y pidiendo al Señor en el marco de la celebración de la Eucaristía, una colaboración tan fecunda como en la anterior época, ayudándose mutuamente en la vivencia y testimonio del carisma del Carmelo.
También señaló el importante paso de los que celebraban su iniciación: ciertamente todos habían conocido el Carmelo desde pequeños en la Parroquia del Carmen de la calle Alboraya y en numerosos grupos carmelitanos y siguen comprometidos con la vida pastoral de la parroquia, pero ahora iniciaban un camino de mayor cercanía y comunión con aquello que habían conocido. Ahora, dijo, sois parte de nuestra familia porque habéis decidido no sólo trabajar con nosotros en la iglesia sino también convivir con nosotros, comer a la misma mesa del carisma que nosotros comemos, expresado en las obras de nuestros Santos Padres y vivido, a diario, en la oración y la relación fraterna cada día más verdadera.
Parafraseando el rito de la toma de hábito de frailes y monjas –la respuesta a la pregunta tradicional, ‘Hermano, qué pides’– igualmente estos hermanos contaban con la misericordia de Dios, en primer lugar, la fuerza que nos ha traído a la Orden y nos sostiene en ella; la pobreza de la Orden, esto es, la realidad hoy y las circunstancias en las que vivimos el carisma y, por fin, la compañía de los hermanos, porque en esta aventura no están, nos estamos solos: tenemos al Señor, a los hermanos mayores que nos dieron el carisma, y los unos a los otros.