Jubileo de 2025, Jubileo de la esperanza. Desde el corazón de la Iglesia se nos pide reavivar, fortalecer, contagiar nuestra esperanza. ¿Cómo se hace esto en tiempos difíciles? ¿Cómo lo han hecho otros que han ido por delante en el camino de la fe?
En la España del siglo XIX –tiempos difíciles donde los haya–, Enrique de Ossó repetía insistentemente una llamada a la esperanza que puede animarnos hoy, cumplido ya el primer cuarto del siglo XXI: “Esperad y veréis grandes cosas”. “En silencio y esperanza está nuestra fortaleza”. “Orad, esperad y callad”. “Adelante siempre, orad y esperad”. ¿Dónde apoyar esa esperanza? ¿Dónde enraizarla?
San Enrique de Ossó, sacerdote catalán enamorado de Santa Teresa y de la experiencia de Dios en ella, puso en su tiempo un movimiento difusor de la espiritualidad teresiana que impregnó todos sus proyectos: la Compañía de Santa Teresa de Jesús, formada por mujeres dispuestas a transformar la sociedad por medio de la oración, la enseñanza y el sacrificio; el MTA (antigua Archicofradía de Hijas de María y Teresa de Jesús), movimiento laical teresiano llamado a ser una comunidad de ‘cristianos de veras’ en su propio ambiente; publicaciones y otras diversas iniciativas que hoy permanecen y se renuevan encarnadas en la Familia Teresiana de Enrique de Ossó.
Sacerdote, fundador, maestro de oración, escritor, pedagogo, catequista, y hoy patrono de los catequistas españoles, vivió empapado del espíritu de Teresa, inspirador de todas sus obras. En sus escritos –libros, artículos, folletos, reglamentos…– expresa la fuente de sus convicciones y reflexiones, pero es en sus cartas dónde se descubre cómo lleva esa espiritualidad a la vida cotidiana. Y es ahí, en las cartas, donde encontramos una permanente llamada a la esperanza, especialmente en momentos de crisis o dificultad, personal o colectiva.
A modo de ejemplo, revisamos las cartas dirigidas a sus teresianas en sólo un año, 1878, para rastrear las huellas de esa esperanza que nos pide el Jubileo. Nos situamos dos años después de fundación de la Compañía de Santa Teresa de Jesús, tras haber superado una primera crisis de crecimiento, durante la que escribía: “Debemos saber esperar la hora de Dios, y recordar que todos los principios son penosos, como decía vuestra Sta. Madre. Hemos de aceptar las cosas como son, no como deseamos; si bien debemos trabajar con calma para que sean tales como Jesús y su Teresa quieren”. “La paciencia todo lo alcanza. Entre tanto, en silencio y esperanza está nuestra fortaleza”.
En todas sus cartas, que encabeza siempre con un “Viva Jesús y su Teresa”, el llamamiento a la esperanza se convierte en un leit motiv que atravesará su modo de afrontar la vida a lo largo del tiempo en las más variadas circunstancias.
Al dar orientaciones sobre las contradicciones de la vida diaria: “Esperad, hijas mías, con gran confianza y veréis grandes cosas. Entre tanto orad, orad, que todo lo puede la oración”. En una situación en la que “hay gran marejada, pero confío que todo irá bien por fin a Dios gracias”, se despide diciendo: “¡Válganos Sta. Teresa de Jesús! Adelante siempre, orad y esperad”. Al poner en marcha un proyecto que encierra dificultades: “Orad y esperad, San José, que haga el milagro”. Al felicitar y animar a las hermanas que han hecho su profesión: “Sed fieles a esta gracia que no es la mayor, a mi parecer, que os tiene reservada Jesús y su Teresa. Os lo he dicho y no me cansaré de repetíroslo: Esperad y veréis grandes cosas”. Ante las dificultades por unas escrituras que hay que conseguir: “Orad y esperad”. Y al necesitar “entrar como podamos” en una obra aún no terminada: “Orad y esperad”. Ante problemas económicos y arquitectónicos que continúan: “Espera y verás grandes cosas”. Al alegrarse por las buenas noticias tras superar dificultades: “Continuad correspondiendo a la gracia y esperad, esperad y veréis grandes cosas”. Al enfrentarse a una tarea apostólica: “Espero mucho fruto, con la bendición de Jesús y su Teresa. Orad y esperad”. Al felicitar a una hermana en su cumpleaños: “La Santa te haga otra Teresa de Jesús en fe, esperanza y santidad y sabiduría”. Y hasta con un guiño de humor, ante una situación dificultosa que no se resuelve: “Nuestra Santa Madre no quiere hacer el milagro. No sé cómo obligarla. Está muy rara. Orad y esperad”.
Recién comenzado el Jubileo, en la fiesta de san Enrique de Ossó, 27 de enero, releemos la pregunta que hace en un momento de contradicción, en el que comparte su propia vivencia: “¿Cómo está vuestro corazón, qué siente al recibir estas noticias? Pero me preguntaréis: y el de nuestro Padre ¿qué teme, qué espera? Yo estoy tranquilo, hijas mías, y confiado”. Como siempre, esperanza.
Ninfa Watt, STJ