Es llamativo en la historia de los orígenes del Carmelo Descalzo, que ni antes ni después de la separación de los Descalzo y Calzados consiguiese la Madre Teresa una línea de conducta entre sus frailes que respondiese a sus deseos. Unas veces por falta de alcance, otras por su temperamento, algunas por ligereza, y no pocas por falta de voluntad, antes y después del Capítulo de Alcalá, aquellos Descalzos hicieron más lo que a ellos les parecía que lo que sabían era el deseo de la Madre Teresa, y bien lo expresa ella al afirmar: “en cada casa hacían como les parecía”.
Cuando la Madre Teresa no es lo esencial, no es la fuente donde debe beber el Carmelo Descalzo, volvemos a las viejas polémicas de cómo hemos de considerarla, como reformadora o como fundadora. Y ella al fin ha sido reconocida, y no sin dificultad, como Madre del Carmelo Descalzo, tanto femenino como masculino, porque dio a luz una nueva forma de vida que, partiendo de la tradición carmelitana, y asumiendo lo mejor de la misma, la ha dado un fuerte sentido de familia, y ha heredado de ella la pasión por la Iglesia, la preocupación por la salvación y la evangelización.
La fecha del 28 de noviembre es un momento para la evocación y para la acción de gracias por el nacimiento, un tanto imperfecto, de los Carmelitas Descalzos, cuya maternidad se lo debemos a la Madre Teresa de Jesús, la cual no siempre fue aceptada por todos: “Nuestra santa Madre en lo que ella hizo en alcanzar para fundarle las licencias necesarias, buscar el sitio en que fundasen, el aconsejar a los dos Padres dichos que dejado el pensamiento de pasar a la Cartuja hiciesen esta Reforma y en acometer cosas porque se hiciese, en todo esto respecto de la fundación de los Religiosos, consta que la Santa fue fundadora”. Ella fue la que pidió las licencias al general de la Orden.
Ella fue la que buscó los primeros candidatos, el P. Antonio de Heredia, Antonio de Jesús, letrado, hombre de gobierno, y fray Juan de Santo Matía, Juan de la Cruz, los dos un tanto desencantados con la vida del Carmelo y con el deseo de pasar a la Cartuja.
Ella busco la casa de Duruelo, y trazó sobre la pequeña, vieja y destartalada casa el primer convento de sus frailes: “Yo consideré que en el portal se podía hacer iglesia, y en el desván coro (que venía bien), y dormir en la cámara”.Ella fue se consigo a fray Juan a Valladolid “para enseñarle nuestra manera de proceder, para que llevase bien entendidas todas las cosas, así de mortificación como del estilo de hermandad y recreación que tenemos juntas; que todo es con tanta moderación”.
Ella fue la que envió, a mediados de septiembre de 1568, a fray Juan a Duruelo a que trasformase la casa en incipiente convento, donde vería la luz el que será conocido como Carmelo Descalzo. Ella fue la que dio las normas elementales por las que debían regirse estos primeros frailes de Duruelo, otra cosa es que la obedecieran. El ideario que transmite a los frailes es el mismo, con alguna variación, que dio a las monjas: “Cuidar y promocionar juntamente la vocación contemplativo y apostólica del Carmelo renovado entre las monjas por medio de religiosos que vivieran el mismo espíritu y poseyeran el carisma del ministerio pastoral”.
El silencio y soledad; la oración contemplativa. La herencia carmelitana, expresada en la devoción a la Virgen y la nostalgia de los tipos bíblicos. El sentido ascético, no en la línea del espíritu de Pastrana o de la Roda, las penitencias de bestias, sino que, encaminado al desasimiento, a la práctica de la virtud, queda orientado a la oración y a la acción apostólica. El humanismo teresiano, que se traduce en la suavidad de vida, en la valorización de lo humano, el despojar de todo hieratismo la vida comunitaria. El “estilo de hermandad y recreación que tenemos juntas; que todo es con tanta moderación, que sólo sirve de entender allí las faltas de las hermanas y tomar un poco de alivio para llevar el rigor de la Regla”. La formación culturas -hombres de letras-, el apostolado.
Una fecha como la de hoy, donde recordando lo sucedido en Duruelo hace 455 años, fecha que a su vez coincide con la restauración del Carmelo Descalzo en Francia en Burdeos, 1840, con el comienzo de la restauración del Carmelo Descalzo en España, septiembre de 1868, y la publicación de los Decreto de 1968, que por primera vez definieron con claridad el espíritu y carisma teresiano, debe llevarnos al encuentro de la verdadera tradición la que nace de la Madre Teresa:
“El origen de nuestra familia en el Carmelo está profundamente ligado a la más entrañable vida espiritual de la Santa Madre… Todo esto influyó para que, en primer lugar, el espíritu apostólico de la Santa llegase a su plena manifestación, y, en consecuencia, decidió propagar aquel primitivo grupo de monjas y fundar una familia de religiosos que, viviendo el mismo espíritu, prestasen su ayuda y sirvieran a la Iglesia con la oración y la actividad apostólica”.
P. Javier de la Cruz


