«Yo soy la puerta: quien entre por mí se salvará y podrá entrar y salir»

29 Abr 2023 | Evangelio Dominical

Celebramos en este cuarto domingo de Pascua que Jesús Resucitado, vivo junto a nosotros, es también el Buen Pastor, esto es, que, efectivamente, cuida de cada uno y de la iglesia entera. Que por todos ha dado la vida y se ocupa especialmente de todos aquellos que le acogemos y respondemos en la fe, aunque sin descuidar a nadie, sin dejar de estar pendiente de todo hombre que camina por este mundo. Se trata de una realidad espiritual: Jesús es Pastor de nuestras almas pero también es la máxima Autoridad –gracias a Dios– de su iglesia, de la que todos formamos parte. Es, de hecho, la Cabeza del cuerpo que somos todos, y en este momento de la historia, somos nosotros. Ciertamente, esta autoridad se tiene que manifestar en la misma iglesia y así hoy rezamos especialmente por el Papa, los obispos y demás jerarquía de la iglesia, esos hombres que entregan día a día su vida para visibilizar y hacer realidad en el día a día los buenos cuidados del Pastor. Y también, claro, todos somos pastores, es decir, responsables, unos de los otros, puesto que no formamos parte del cuerpo común de la iglesia de un modo inconsciente o descerebrado (al entrar en la iglesia uno se quita el sombrero no la cabeza, como dicen que decía Chesterton) y se nos pide, hoy más que nunca, una pertenencia responsable y comprometida. Lo dicho significa, a todos los niveles, apostar por vivir y porque predomine el modo de ejercer la autoridad de Jesús, tal y como nos recordaba el Evangelio donde se distingue, en la práctica, la verdadera autoridad que sirve y que guía en la verdad, del autoritarismo que, por desgracia, nos amenaza en tantos lugares hoy, en la política sin duda, pero también en la iglesia. Jesús comienza afirmando que se distingue de todos los otros pretendidos pastores porque ha entrado por la puerta en el redil y en la vida de todos nosotros. Es lo mismo que decir que ha entrado dando la cara, diciendo siempre la verdad y mostrándola con la entrega misma de su vida. Es por esto que se la abre y que todos podemos reconocer su voz. Y no se detiene ahí: no ha entrado para estar tranquilo, para «señorear», sino para salir, sacarnos al mundo, guiarnos y defendernos en él. Esto significa que en toda circunstancia de nuestra vida, trabajo, misión seguimos escuchando su voz que no nos abandona. No es un extraño, es un Amigo que nos conoce bien a cada uno, que nos valora, que sabe lo que valemos, lo que sufrimos, los que podemos hacer. Que deja, y hasta facilita, entrar y salir, que no nos constriñe como si temiera que si vemos lo de fuera, no volvamos, que respeta y valora en lo que vale nuestra libertad. Nos ama pero desde la realidad, no desde ningún imagen ideal que siempre es el primer paso hacia la manipulación. Jesús lo afirma claramente, pasando de la parábola a la afirmación directa: los demás que no son Él ni se refieren a Él son ladrones y asaltantes, los que vinieron y vendrán y los que están también si no reflejan la vida del verdadero Pastor que es dar vida y en abundancia.

Primera lectura: Hechos de los apóstoles 2, 14a. 36-41

Segunda lectura: 1Pedro 2, 20b-25

Evangelio: Juan 10, 1-10