«Vosotros sois la sal de la tierra… Vosotros sois la luz del mundo»

4 Feb 2023 | Evangelio Dominical

Seguimos leyendo y celebrando este hermoso texto del sermón de la montaña, en la versión de Mateo evangelista, y no hay que perder de vista cuando lo escuchamos y queremos entenderlo el contexto en que se pronuncia. Recordamos que Jesús, de modo muy solemne, subió a ese monte, se sentó rodeado de sus discípulos y «abrió su boca» para hablar todas estas palabras. Es decir, se trata de palabras muy importantes que siempre han de tenerse en cuenta, como ya vimos con las bienaventuranzas para comprender el propósito de Jesús. Y Él las pronuncia entre los suyos, con los suyos y para todos, hacia el mundo, hacia todas las épocas. Son la proclamación del Evangelio, afirman la llegada efectiva y definitiva del reinado de Dios (de los cielos, dice siempre Mateo) entre nosotros. No es una simple declaración de intenciones sino el anuncio de que la fuerza vida de Dios se encuentra y actúa en este mundo y esta historia y lo hace contando con aquellos hombres y mujeres, y con los creyentes de todos los tiempos, hasta llegar a a nosotros. La acción de Dios, se nos dice hoy, brilla, ilumina y, además, da sabor, el verdadero sabor a la existencia. Esto es, su sentido y la alegría que proporciona conocer qué hacemos aquí y, sobre todo, hacia donde nos encaminamos, de qué nos sirve el trabajo, el servicio, el amor, y porqué todo eso, transformado en lucha positiva como cantaban las bienaventuranzas (los mansos, los que sufren por la verdad y la justicia, los misericordiosos, los pacíficos y pacificadores, los perseguidos todos) recibe la aprobación y la ayuda efectiva de Dios. Pues para eso ha venido entre nosotros, no para mantener una «equidistancia» entre el bien y el mal, sino a ponerse por completo del lado de aquellos que luchan por la verdad y el verdadero cambio de personas y estructuras. De cara a los discípulos, hacia nosotros, el haber creído y acogido esta acción divina (la persona de Jesús) nos hace ser «sal y luz», es decir, quiere transformar nuestras vidas en testimonio vivo y efectivo de lo que Dios está obrando, de ese apoyo verdadero que proporciona a todos los que luchan por el crecimiento de este reinado inaugurado por Jesús, sus obras y palabras. La vida de los discípulos es así «luz» pero también «sal», esto es, no solo brilla sino que también mantiene, sostiene, conserva lo ya realizado por Dios en cada uno, muestra que no es algo sentimental o «flor de un día» o continuo adanismo (recomienzo) sino real transformación del hombre y, por tanto, del mundo. Es la comunidad la que es, a la vez, sal y luz, como el propio Jesús, no solo con sus obras y vidas personales sino también con su comunión real y efectiva, con su unión en torno al Maestro.

Primera lectura: Isaías 58, 7-10

Segunda lectura: 1Corintios  2, 1-5

Evangelio: Mt 5,13-16