«Venid vosotros solos a un sitio tranquilo a descansar un poco»

21 Jul 2024 | Evangelio Dominical

El Evangelio de hoy nos presenta a los apóstoles que vuelven tras su primer envío misionero, esto es, después que Jesús les compartiese su autoridad sobre la enfermedad, el demonio y el mal y los enviase a hacer y decir lo mismo que Él hacía y decía. Ellos le cuentan todo lo que han hecho y le comentan lo que han enseñado y la respuesta de Jesús es invitarlos a que vayan con Él, solos, a un sitio tranquilo a descansar. El evangelista comenta que estaban agobiados y muy atareados de modo que no tenían tiempo ni disposición para comer. Esto se sigue practicando hoy día, como sabemos. Evangelizadores, ministros, todos los implicados en la «pastoral», esto es, el cuidado del rebaño del Señor, son invitados, si puede ser una vez al año, a esto mismo, a ir con Jesús a un sitio tranquilo para estar allí, para repasar lo que han hecho y hacen, revisar las motivaciones más profundas que tienen que ver con la propia relación de cada evangelizador con Cristo mismo. Como decíamos el domingo anterior, la misión que llevan a cabo, en la que colaboramos todos desde nuestro nuevo ser bautismal, tiene que ver con Jesús mismo, no es un empleo o una delegación para hacer propaganda o para vigilar que no se desmanden las ovejas. Es Jesús mismo quien llama y envía y a solo a Él hay que dar cuenta, en última instancia, de nuestras motivaciones, aunque de nuestros métodos y contenidos tenemos que dar también cuenta a los demás, a la misma asamblea de la iglesia y su legítima jerarquía. Porque lo que se hace y dice en nombre y en comunión con Jesús debe ser lo que Él hacía y decía, no se puede «mejorar» ni «actualizar» según el propio criterio del evangelizador. Y lo más importante: el poder hacerlo depende de la vinculación del apóstol, sea cual sea su «jerarquía» o posición eclesial, con el mismo Cristo Jesús, de la progresiva identificación de su persona con la del Señor y esto solo se consigue con la diaria comunicación en la oración, con la vivencia de los sacramentos, con la puesta en práctica efectiva de los mandamientos en la propia vida. Y para sustentar todo esto, Jesús se empeña por hacernos descansar con Él y en Él, los que significa afianzarnos en su amistad («amigos fuertes de Dios» en el lenguaje de Santa Teresa), hacer experiencia de su misericordia que va completando y sanando nuestras deficiencias y pecados, haciéndonos crecer en la confianza en Él; también se esfuerza por desengañarnos de falsedades e ilusiones, desde el amor y la confianza que hemos puesto en Él. Aunque estos encuentros o retiros con Jesús no son un absoluto, como sigue contando el Evangelio. La misión está por encima de ellos, es decir, la gente, el pueblo, las personas a quienes se ayuda, acompaña y consuela. Ellos están primero y cuando los discípulos con Jesús llegan al sitio para estar tranquilos con Él descubren que la gente se les ha adelantado yendo por tierra a su encuentro. Jesús los ve y, como le es propio, se compadece de ellos; deja para otro día el retiro y la oración y el compartir con los suyos y «se puso a enseñarles con calma», sin ninguna prisa, como si no hubiese nada más. De hecho en otro lugar confesará que para esto ha venido, para hacer la luz, para cuidar personalmente de todos aquellos que marchan por ahí como ovejas sin pastor. Y quiere que aquellos a quienes ha elegido como pastores (primera lectura) y que todos sus discípulos, hagan lo mismo.

Primera lectura: Jeremías 23, 1-6

Segunda lectura: Efesios 2, 13-18

Evangelio: Marcos 6, 30-34