Una parábola más donde Jesús expone muy claramente, como de un vistazo, qué significa acogerle o rechazarle: cómo interpreta Él, y se trata de la interpretación más acertada, la actitud de los hombres frente a su misión. Tirando de las profundas raíces bíblicas de la profecía (primera lectura) Jesús rehace la parábola que ya contó Isaías para hablar de las relaciones de Dios y su pueblo y el «pago» que el Señor recibe por sus desvelos e intervención para echar en cara a sus oyentes, los sumos sacerdotes y dirigentes del pueblo, la reacción que ha tenido ante su propio ministerio y predice la reacción final que espera de ellos. Ciertamente, Israel primero, y ahora nosotros, la Iglesia de Cristo, es la viña del Señor. Somos sus creaturas, de las que nunca se ha desentendido, todo lo contrario. Nos ha sostenido y cuidado, nos ha amado para que podamos ser libres, aun a riesgo de que le despreciemos y rechacemos. Somos libres, de verdad, pero también esto tiene sus verdaderas consecuencias. Si en nuestra vida adulta y responsable no reconocemos la verdad y realidad de las cosas, esto es, nuestra dependencia de Dios y de los demás, y persistimos en negar y expulsar a Dios de nuestras vidas, de nuestra sociedad, de su propia creación, lo que viene no podrá ser bueno de ninguna manera. Y ya lo estamos viendo, como ya lo comprobó Israel. Aquella viña fue arrasada una y otra vez por los enemigos, que esperaban siempre su oportunidad, pero esta destrucción estuvo siempre motivada por la corrupción interna, por el lento disolverse de la alianza cuando los que la habían aceptado con las palabras la negaban con las obras y la vida, yendo tras otros dioses y dejando rienda suelta a la injusticia. La parábola de Jesús da en el clavo y lleva al límite a sus oyentes: los dirigentes del pueblo hacen suyo el rechazo de Dios de sus padres y antepasados y lo llevan al culmen. Pues cuando el propio Hijo de Dios aparece para reclamar los frutos de la viña y echar en cara a sus administradores su injusticia, deciden expulsarlo de la viña y asesinarlo para quedar ellos como los plenos poseedores de la viña y su destino, para poder «autodeterminarse» completamente como dirían nuestros contemporáneos. El hombre no debe nada a nadie, menos a Dios. Es su propio creador, amo, dueño, puede hacer exactamente lo que dé la gana, recrearse continuamente según los modelos que se van proponiendo a una «mayoría» siempre «bien guiada» por unos dirigentes siempre interesados en que no haya ningún poder por encima de ellos que los cuestione y llame a permanecer en la razón. De hecho, usando el sentido común, esta parábola tuvo que ser una de las razones que le llevaron a la muerte , como Jesús mismo predice. No obstante, como bien sabemos, esto no consiguió expulsar a Dios de nuestra vida, sino todo lo contrario. Amándonos Jesús, el Hijo, hasta el extremo, dejándose matar en la carne, «expulsar» de la viña, consiguió quedarse para siempre, convertirse en la esperanza de todos los hombres, hacer fracasar, para siempre, a aquellos que nos quieren engañar diciéndonos que no hay creación ni poder más grande que el suyo.
Primera lectura: Isaías 5, 1-7
Voy a cantar en nombre de mi amigo
un canto de amor a su viña.
Mi amigo tenía una viña
en fértil collado.
La entrecavó, la descantó,
y plantó buenas cepas;
construyó en medio una atalaya
y cavó un lagar.
Y esperó que diese uvas,
pero dio agrazones.
Pues ahora, habitantes de Jerusalén,
hombres de Judá,
por favor, sed jueces
entre mí y mi viña.
¿Qué más cabía hacer por mi viña
que yo no lo haya hecho?
¿Por qué, esperando que diera uvas,
dio agrazones?
Pues ahora os diré a vosotros
lo que voy a hacer con mi viña:
quitar su valla
para que sirva de pasto,
derruir su tapia
ara que la pisoteen.
La dejaré arrasada:
no la podarán ni la escardarán,
crecerán zarzas y cardos;
prohibiré a las nubes
que lluevan sobre ella.
La viña del Señor de los ejércitos
es la casa de Israel;
son los hombres de Judá
su plantel preferido.
Esperó de ellos derecho,
y ahí tenéis: asesinatos;
esperó justicia,
y ahí tenéis: lamentos.
Segunda lectura: Filipenses 4, 6-9
Hermanos:
Nada os preocupe; sino que, en toda ocasión, en la oración y súplica con acción de gracias, vuestras peticiones sean presentadas a Dios.
Y la paz de Dios, que sobrepasa todo juicio, custodiará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús.
Finalmente, hermanos, todo lo que es verdadero, noble, justo, puro, amable, laudable, todo lo que es virtud o mérito, tenedlo en cuenta.
Y lo que aprendisteis, recibisteis, oísteis, visteis en mi, ponedlo por obra.
Y el Dios de la paz estará con vosotros.
Evangelio: Mateo 21, 33-43
En aquel tiempo, dijo Jesús a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo:
–«Escuchad otra parábola: Había un propietario que plantó una viña, la rodeó con una cerca, cavó en ella un lagar, construyó la casa del guarda, la arrendó a unos labradores y se marchó de viaje.
Llegado el tiempo de la vendimia, envió sus criados a los labradores, para percibir los frutos que le correspondían. Pero los labradores, agarrando a los criados, apalearon a uno, mataron a otro, y a otro lo apedrearon.
Envió de nuevo otros criados, más que la primera vez, e hicieron con ellos lo mismo. Por último les mandó a su hijo, diciéndose: «Tendrán respeto a mi hijo.»
Pero los labradores, al ver al hijo, se dijeron: «Éste es el heredero: venid, lo matamos y nos quedamos con su herencia.»
Y, agarrándolo, lo empujaron fuera de la viña y lo mataron.
Y ahora, cuando vuelva el dueño de la viña, ¿qué hará con aquellos labradores?»
Le contestaron:
–«Hará morir de mala muerte a esos malvados y arrendará la viña a otros labradores, que le entreguen los frutos a sus tiempos.»
Y Jesús les dice:
–«¿No habéis leído nunca en la Escritura:
«La piedra que desecharon los arquitectos
es ahora la piedra angular.
Es el Señor quien lo ha hecho,
ha sido un milagro patente»?
Por eso os digo que se os quitará a vosotros el reino de Dios y se dará a un pueblo que produzca sus frutos.»