«Sólo me han enviado a las ovejas descarriadas de Israel»

19 Ago 2023 | Evangelio Dominical

Jesús vino entre nosotros (y se quedó en la economía sacramental) para hacer realidad histórica el designio divino, para llevarlo a plenitud. Este incluía a los no judíos, a los «gentiles» o paganos, como recordaba la primera lectura. Israel debía ser el necesario intermediario, el primero en recibir las promesas y gustar algo de su cumplimiento. Así, los judíos admitían (y algunos hasta buscaban) «prosélitos», pues siempre hubo algunos o muchos que impresionados por el Dios de Israel lo buscaban y se convertían. No obstante nunca recibieron los judíos un mandato como el de hacer discípulos de todos los pueblos, más bien los soportaban, sobre todo si no hacían muchas preguntas; digamos que no estaba en sus principios hacerse «católicos», esto es, universales. Jesús, además del designio de Dios que le mueve, tiene que respetar la tradición de su pueblo, el camino recorrido hasta ese momento, siempre que no impida su misión. Las verdades y realidades de la fe se desarrollan, crecen (Cardenal Newman) pero sin perder su ser ni traicionar sus principios pues entonces son una corrupción no un desarrollo verdadero. Solo así las verdades se hacen realidad, se cumplen, llegan a todos pero sin perder su esencia y su verdad. Por eso cuando esta mujer fenicia le sale al paso, no le hace caso al principio, pues «solo ha sido enviado a las ovejas descarriadas de Israel». Todavía no había llegado el momento (la Pascua y la misión universal) pero esta mujer, por su hija, lo va a adelantar, convirtiéndose, a la vez , en un signo que hace ver la auténtica obra de Cristo. Y lo hace mediante un gesto de humildad ante el Dios de Israel (un gesto a priori, no después de haber recibido el don, como Naamán el sirio), no comienza reclamando no se sabe bien qué derechos que tendría, solo se dirige, con el máximo respeto y la más grande las urgencias a la vez, a un profeta de Israel sabiendo que no tiene por qué concederle nada. Así Jesús puede reconocer la obra de Dios en ella al tiempo que el esfuerzo de la mujer: es la fe, y una fe grande en Dios y en Él. Ha sucedido en ese momento el verdadero milagro: el encuentro entre esta pagana y el Dios vivo que camina por la tierra para hacer de cada hombre y cada mujer miembros del nuevo pueblo elegido, abierto por fin, gracias a la venida y entrega del Hijo de Dios, a todos. Pero casi tan importante como esto es la necesidad de reconocer la verdad, quienes somos cada uno y quién es Dios. Decía san Juan de la Cruz que a Dios no se le gana por las malas, con la soberbia, sino solo con el reconocimiento humilde de la verdad. Lo mismo santa Teresa: la humildad, que es andar en verdad, es la dama que da el jaque decisivo en el acercamiento y la amistad profunda y verdadera con Dios.

Primera lectura: Isaías 56, 1. 6-7

Segunda lectura: Romanos 11, 13-15. 29-32

Evangelio: Mateo 15, 21-28