«¿Sois capaces de beber el cáliz que yo he de beber, o de bautizaros con el bautismo con que yo me voy a bautizar?»

19 Oct 2024 | Evangelio Dominical

La instrucción a los discípulos que empeña a Jesús desde que emprendió, con decisión, la «subida» a Jerusalén, abarca los aspectos más importantes de la vida nueva que se va a inaugurar y da mucha importancia a las relaciones, también nuevas y «desconocidas» que han de reinar entre sus seguidores. La ocasión, esta vez, la proporcionan los mismos discípulos, Santiago y Juan, a quien Jesús mismo llamaba «hijos del trueno», le hacen una petición. Quizá han sacado sus propias conclusiones acerca de los anuncios hechos por Jesús sobre su fin, adelantado y presentido o suponen, «huelen», que está cerca una «batalla» decisiva y que sería bueno estar bien situados cuando suceda, ya sea para destacarse en ella o para heredar el liderazgo de la causa. Así le piden, directamente, sentarse «en tu gloria uno a tu derecha y otro a tu izquierda», esto es, los lugares principales tanto en la lucha como en el futuro «gobierno». Jesús no se lo reprocha ni los abronca como haríamos nosotros, indignados por tamaño atrevimiento y falta de humildad sino que, como hace siempre que puede, los instruye, a ellos y a nosotros. Y por eso les pregunta si están dispuestos a pasar por donde Él iba a pasar, según todo lo que había anunciado. Habla así de un «cáliz» a beber y de un «bautismo» que tendrían que pasar, refiriéndose a la tribulación que Él mismo está por afrontar. No alude a una lucha abierta como una batalla, esto es, un acción sino a una situación que se tiene que «pasar», esto es, sufrir, soportar. Ellos se muestran dispuestos a pasar por lo que Jesús tenga que atravesar y Jesús reconoce, al menos, que son valientes, que están dispuestos a ir con Él donde sea, lo que siempre es bueno y especialmente recomendable en nuestros tiempos, donde sobran las palabras y faltan ánimos decididos a afrontar lo que sea necesario. Y Jesús les concede lo que quieren, en lo que puede ser: atravesarán como Él –con Él– el desprecio, el sufrimiento y la muerte pero esos puestos de honor están ya reservados y únicamente el Padre los concederá. Los otros se indignan –hubiesen querido pedir lo mismo pero no se han atrevido quizá– y cuando Jesús aprovecha para darles su enseñanza fundamental: vuestra familia, comunidad, sociedad no tiene que ser como las que ya existen; tienen que superar estas formas de relación comunitarias y sociales que imperan y que se basan en la fuerza y en la búsqueda, a cualquier precio del poder para oprimir. La nueva grandeza empieza en el reconocimiento de la propia pequeñez y dependencia, de Dios y unos de otros, y se enraíza en el servicio a los demás, en poner el bien ajeno por encima del propio. Y la razón fundamental es, también, la misma Persona del Hijo del Hombre, que siendo el que más derecho tiene al poder y el gobierno, en cambio, ha venido a servir no a que le sirvan. Esto solo será posible cuando el corazón humano sea librado del ansia de poder donde cree fundar su seguridad y obtener lo que necesita, cuando haya atravesado, con Jesús, el bautismo que atravesará y haya bebido del cáliz que da la vida nueva.

Primera lectura: Isaías 53, 10-11

Segunda lectura: Hebreos 4, 14-16

Evangelio: Marcos 10,35–45