La instrucción a los discípulos que empeña a Jesús desde que emprendió, con decisión, la «subida» a Jerusalén, abarca los aspectos más importantes de la vida nueva que se va a inaugurar y da mucha importancia a las relaciones, también nuevas y «desconocidas» que han de reinar entre sus seguidores. La ocasión, esta vez, la proporcionan los mismos discípulos, Santiago y Juan, a quien Jesús mismo llamaba «hijos del trueno», le hacen una petición. Quizá han sacado sus propias conclusiones acerca de los anuncios hechos por Jesús sobre su fin, adelantado y presentido o suponen, «huelen», que está cerca una «batalla» decisiva y que sería bueno estar bien situados cuando suceda, ya sea para destacarse en ella o para heredar el liderazgo de la causa. Así le piden, directamente, sentarse «en tu gloria uno a tu derecha y otro a tu izquierda», esto es, los lugares principales tanto en la lucha como en el futuro «gobierno». Jesús no se lo reprocha ni los abronca como haríamos nosotros, indignados por tamaño atrevimiento y falta de humildad sino que, como hace siempre que puede, los instruye, a ellos y a nosotros. Y por eso les pregunta si están dispuestos a pasar por donde Él iba a pasar, según todo lo que había anunciado. Habla así de un «cáliz» a beber y de un «bautismo» que tendrían que pasar, refiriéndose a la tribulación que Él mismo está por afrontar. No alude a una lucha abierta como una batalla, esto es, un acción sino a una situación que se tiene que «pasar», esto es, sufrir, soportar. Ellos se muestran dispuestos a pasar por lo que Jesús tenga que atravesar y Jesús reconoce, al menos, que son valientes, que están dispuestos a ir con Él donde sea, lo que siempre es bueno y especialmente recomendable en nuestros tiempos, donde sobran las palabras y faltan ánimos decididos a afrontar lo que sea necesario. Y Jesús les concede lo que quieren, en lo que puede ser: atravesarán como Él –con Él– el desprecio, el sufrimiento y la muerte pero esos puestos de honor están ya reservados y únicamente el Padre los concederá. Los otros se indignan –hubiesen querido pedir lo mismo pero no se han atrevido quizá– y cuando Jesús aprovecha para darles su enseñanza fundamental: vuestra familia, comunidad, sociedad no tiene que ser como las que ya existen; tienen que superar estas formas de relación comunitarias y sociales que imperan y que se basan en la fuerza y en la búsqueda, a cualquier precio del poder para oprimir. La nueva grandeza empieza en el reconocimiento de la propia pequeñez y dependencia, de Dios y unos de otros, y se enraíza en el servicio a los demás, en poner el bien ajeno por encima del propio. Y la razón fundamental es, también, la misma Persona del Hijo del Hombre, que siendo el que más derecho tiene al poder y el gobierno, en cambio, ha venido a servir no a que le sirvan. Esto solo será posible cuando el corazón humano sea librado del ansia de poder donde cree fundar su seguridad y obtener lo que necesita, cuando haya atravesado, con Jesús, el bautismo que atravesará y haya bebido del cáliz que da la vida nueva.
Primera lectura: Isaías 53, 10-11
El Señor quiso triturarlo con el sufrimiento,
y entregar su vida como expiación:
verá su descendencia, prolongará sus años,
lo que el Señor quiere prosperará por su mano.
Por los trabajos de su alma verá la luz,
El justo se saciará de conocimiento.
Mi siervo justificará a muchos,
porque cargó con los crímenes de ellos.
Segunda lectura: Hebreos 4, 14-16
Hermanos:
Mantengamos la confesión de la fe, ya que tenemos un sumo sacerdote grande, que ha atravesado el cielo, Jesús, Hijo de Dios.
No tenemos un sumo sacerdote incapaz de compadecerse de nuestras debilidades, sino que ha sido probado en todo exactamente como nosotros, menos en el pecado.
Por eso, acerquémonos con seguridad al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y encontrar gracia que nos auxilie oportunamente.
Evangelio: Marcos 10,35–45
En aquel tiempo, se acercaron a Jesús los hijos de Zebedeo, Santiago y Juan, y le dijeron:
– «Maestro, queremos que hagas lo que te vamos a pedir.»
Les preguntó:
– «¿Qué queréis que haga por vosotros?»
Contestaron:
– «Concédenos sentarnos en tu gloria uno a tu derecha y otro a tu izquierda.»
Jesús replicó:
– «No sabéis lo que pedís, ¿sois capaces de beber el cáliz que yo he de beber, o de bautizaros con el bautismo con que yo me voy a bautizar?»
Contestaron:
– «Lo somos.»
Jesús les dijo:
– «El cáliz que yo voy a beber lo beberéis, y os bautizaréis con el bautismo con que yo me voy a bautizar, pero el sentarse a mi derecha o a mi izquierda no me toca a mí concederlo; está ya reservado.»
Los otros diez, al oír aquello, se indignaron contra Santiago y Juan.
Jesús, reuniéndolos, les dijo:
– «Sabéis que los que son reconocidos como jefes de los pueblos los tiranizan, y que los grandes los oprimen.
Vosotros, nada de eso: el que quiera ser grande, sea vuestro servidor; y el que quiera ser primero, sea esclavo de todos.
Porque el Hijo del hombre no ha venido para que le sirvan, sino para servir y dar su vida en rescate por todos.»