«Si no fuisteis fieles en lo ajeno, ¿lo vuestro, quién os lo dará?»

20 Sep 2025 | Aventuremos la Vida, Evangelio Dominical

Jesús sigue enseñándonos los caminos del reino que ha venido a instaurar y un medio privilegiado de esta enseñanza son las parábolas, llamadas, precisamente, del reino de Dios. Son un género especial, misterioso de exponernos, a menudo de modo paradójico lo que podemos y tenemos que hacer para participar de esta nueva realidad que nace con Jesús. Jesús no inventa el género sino que lo toma, como tantas cosas, de la gran Tradición bíblica donde ha sido muy usado en especial por los profetas y los sabios. Mediante las parábolas Jesús nos acerca a realidades profundas, difíciles de entender y que así se hacen asequibles a todos, de un modo y otro, en los diferentes momentos y situaciones de la vida. De modo especial, nos invitan a entrar en la misma realidad que anuncian al hacernos leer nuestra vida desde la situación, experiencia o relato que transmiten. En esta en concreto, ya la primera lectura, tomada de la profecía de Amós, nos orientaba para comprender que en ella se trata del tema de la justicia y la injusticia en temas económicos. Desde el comienzo, los profetas denunciaron el comportamiento de muchos de los que habían sido bendecidos con la riqueza y su irresponsabilidad respecto sus compatriotas y hermanos en la Alianza. Dios es el origen y dador de toda riqueza; hemos recibido de Él todo lo que tenemos con la obligación de cultivarlo y hacerlo crecer pero no a cualquier precio. El objetivo no es la riqueza en sí, aunque esta es necesaria, sino sustentar a la comunidad entera, evitando toda explotación, tanto por parte de los ricos como de los pobres, de los que explotan a los menos listos o desfavorecidos y de los que pretenden vivir sin trabajar. Así, la parábola nos invita a considerar cual es la mejor astucia o sabiduría a la hora de entrar y vivir las exigencias del reino y que «justicia» rige en él. Siguiendo el «mal ejemplo» del administrador infiel, que muestra una astucia especial para salir de la situación comprometida en que sus engaños le han puesto. Lo que hace rebajando las deudas de los que tienen a su amo como acreedor es de algún modo perdonar, ceder, evitar el abuso (quizá el que el mismo aplicaba, incluida su propia comisión en el asunto ya que la parábola solo dice que es despedido por derrochar los bienes del amo), si bien el lo hace para salvarse. Los cristianos podemos aplicar esta misma astucia adelantando la cesión de nuestros bienes, desapropiándonos de ellos como Jesús ha enseñado ya (cfr. Lc 14,33): renunciar a tener «propio» es esencial para seguirle. Y también yendo de lo que pequeño y menos importante, de lo obtenido con deshonestidad, hasta lo que consideramos nuestro por derecho o, incluso, de todo aquello que estamos orgullosos de poseer. El reino, seguir a Jesús, no va de obtener y conservar, su seguridad no está en los bienes materiales (ni en los espirituales añadiría san Juan de la Cruz) sino en esta sabiduría profunda de darlo todo como único medio de obtenerlo todo, lo que vale de verdad.