«Pues de su plenitud todos hemos recibido, gracia tras gracia»

4 Ene 2025 | Evangelio Dominical

En este domingo en medio de las fiestas de Navidad, la Palabra nos ofrece otra ocasión de reflexionar en el origen del misterio cristiano que es la Encarnación del Hijo de Dios en el vientre de María. En realidad, se trata de celebrar y reflexionar sobre la base y la razón fundamental de todo lo vivimos y podemos experimentar como cristianos, lo que nunca viene mal porque, a menudo ni la predicación ni la celebración habitual se detiene en estos asuntos sino más bien siempre estamos reflexionando sobre el hacer, la responsabilidad, evaluando nuestra acción caritativa y pastoral, y casi nunca pensamos en por qué estamos haciendo lo que hacemos y cómo puede esto repercutir en una mejor acción y pastoral, no más efectiva, sino que transmita mejor la Buena Nueva de Jesús. En realidad, es lo que nos decía la primera lectura: es la Sabiduría misma quien hace su elogio, da testimonio en medio del pueblo. Y lo que afirma y manifiesta es su presencia, la preocupación de Dios por todas sus criaturas, especialmente el hombre, que también es palabra, sabiduría. Esto es, Dios se explica a sí mismo, inicia un diálogo, se da a conocer pues precisa y busca, por amor a nosotros, nuestra acogida, nuestro asentimiento. Hasta que por fin esta Sabiduría, esta Palabra, el mismísimo Verbo de Dios se unió a nuestra naturaleza humana para redimirla y llevarla a su plenitud, como nos recordaba el Evangelio, verdadera clave de bóveda de nuestra fe. Es un texto para contemplar, profundizar, celebrar a diario pues dice todo de manera muy hermosa y con las palabras imprescindibles. Primero de todo, se nos deja clara la verdadera realidad del Verbo: es Dios de Dios, que está con Él desde el mismísimo principio, unido y distinto a la vez. Él es el Creador, también, presente en todo lo que hizo. Por eso es el mismo resplandor de la Vida y brilla en las tinieblas que ni prevalecieron ni prevalecerán. En este bellísimo himno se recuerda también a Juan, el precursor, testigo de esa misma luz, con la misión de señalar que la Luz, la Verdad, la Palabra había aparecido entre nosotros. Porque el Creador y Sostenedor de todo, quiso, por fin, darse a conocer en todo su esplendor. El Himno también recoge la verdad de la historia humana: que no fue recibido por aquellos a quienes quería iluminar pero que a todos los que lo acogieron los transformó, los transforma en hijos de Dios. Pues a eso ha venido, a hacer realidad la promesa, la voluntad de Dios que no solo fue crearnos sino que, viendo nuestra situación, nos quiso redimir. Y así se hizo carne y habitó entre nosotros y hemos contemplado su gloria. Y tenemos entre nosotros y celebramos y vivimos en cada instante y cada sacramento: que es la Gracia que se une a toda gracia, la Verdad, la misericordia de Dios que por fin se pudo manifestar en toda su plenitud, como revelación y acción de Dios en contacto, en comunión con todos, con cada uno de nosotros.

Primera lectura: Eclo 2, 1-2. 8-12

Segunda lectura: Ef 1, 3-6. 15-18

Evangelio: Jn 1, 1-18