«Nadie va al Padre, sino por mí»

6 May 2023 | Evangelio Dominical

A partir de este V domingo de la Pascua, leemos y celebramos fragmentos de los discursos de despedida del Evangelio de san Juan, que recuerdan y recrean la experiencia pascual cotidiana de cada creyente: después de la Cena (de comulgar) es el mejor momento para dialogar personalmente con Jesús vivo, resucitado, que vuelve al Cenáculo para explicarse con sus discípulos, para responder todas sus preguntas y adelantar también el camino que les espera, que tenemos todos por delante. Estas reflexiones y diálogos parten siempre del hecho de lo obtenido por la entrega de Cristo y que sigue vigente en su iglesia: su muerte y resurrección ha inaugurado el camino que lleva a la vida a través de la verdad (o como lo queramos expresar, caben muchísimas formulaciones y todas con sentido). Por eso, la primera invitación es a creer, a sostener la fe, en Dios y en Jesús mismo, porque es en esa relación viva que abarca todo el ser (mente, voluntad, expectativas). Lo que vivimos desde ahora, desde que todo esto sucedió en la historia humana, nos conduce a donde queríamos ir, a dónde siempre estuvimos destinados a llegar: la casa, el corazón, la vida misma de nuestro Padre, donde Él es junto con el Hijo y el Espíritu, a la misma vida de la Trinidad a la que hemos sido introducidos por la muerte del Hijo de Dios en nuestra carne. Jesús mismo se empeña en que recorramos este camino –que es Él mismo– en el que nos acompaña personalmente y volverá para llevarnos exactamente a donde está Él. Este es el camino que ya conocemos porque lo enseña la misma vida de Jesús, lo proclama el Evangelio. Es a través de la comunión profunda con Jesús, viviendo como «amigos fuertes» suyos (Teresa de Jesús). Jesús no solo lo dice, también lo explica lo fundamenta a base de recordar una de las ideas fuerza del Evangelio de Juan: «quien me ha visto a mi ha visto al Padre», «yo y el Padre somos uno», lo que Jesús ha hecho ha sido enteramente por indicación, encargo, misión directa del Padre, para darse a conocer, para entrar en nuestras vidas y redimirlas, salvarnos y llevarnos con Él como siempre fue su propósito, su intención, temporalmente frustrada por la negativa del hombre. Las palabras dichas por Jesús son la Palabra de Dios y también lo son sus obras, que manifiestan claramente a quien pueda y quiera verlo esta comunión única entre el Padre y Jesús, a la que hemos sido invitados e introducidos. Estas obras son la primera muestra de una verdadera vida de fe: quien cree también hará estas obras (sirviendo, amando, entregándose, dando esperanza) y aun serán mayores, porque Jesús marcha al Padre y nosotros, desde entonces, también ahora, somos su presencia histórica que da testimonio con la vida de la vigencia y necesidad del Evangelio. Ahí tiene que llevarnos este diálogo especial con Jesús tras la Eucaristía, a encontrar impulso, fuerza, ganas para vivir como verdaderos amigos de Cristo.

Primera lectura: Hechos de los apóstoles 6, 1-7

Segunda lectura: 1Pedro 2, 4-9

Evangelio: Juan 14, 1-12