«Muy bien, Maestro, tienes razón»

2 Nov 2024 | Evangelio Dominical

El evangelista Marcos sigue relatándonos, ya con Jesús en Jerusalén, sus encuentros que nos sirven para profundizar en lo que sucedió al final y que tenemos que hacer cada uno en consecuencia. Jesús, tras purificar el Templo y suscitar la oposición y la enemistad de todas las sectas religiosas del pueblo judío. Uno a uno, cada grupo envía representantes para enfrentarse a su palabra a fin de «desenmascararlo». Uno de estos intentos se revela como un diálogo amistoso en busca de la verdad, de la auténtica voluntad de Dios. Se trata de un escriba que le pregunta de buena fe por el primero de los mandamientos, el más importante, la clave de bóveda que sustenta a los demás. Jesús le responde, literalmente, que «el primero» es amar a Dios sobre todas las cosas respondiendo al amor creador y fundante, que nos ha hecho y nos sostiene. Esa es nuestra realidad y «naturaleza» y, por tanto, la primera obligación en nuestro camino como personas. Pero Jesús añade un segundo mandamiento que relaciona con el primero gracias a una técnica de interpretación de la Escritura que también conocía su contrincante: una misma expresión, presente en dos textos, los relaciona y permite entender uno en base al otro. En este caso se trata del verbo ‘amarás’, usado en ambos textos aunque estén físicamente muy separados en los libros bíblicos. De hecho tanto el uno como Jesús demuestran un gran conocimiento de los rollos que conservaban la Escritura, algo solo posible a base de mucho estudio lectura y reflexión. Así Jesús hace ver que el primer mandamiento tiene como su otra cara natural el segundo mandamiento y que recibir el amor de Dios y responder a él es en realidad amar al prójimo como uno mismo. El escriba reconoce todo eso y descubre en Jesús a un hermano con quien puede confesar la unicidad y soberanía de Dios en un contexto (a pocos metros de un Templo ocupado por los romanos) en que la fe de Israel estaba amenazada por el politeísmo pagano y afirma que el corazón de esta Ley es reconocer aceptar y responder al amor de Dios que es la fuente, la luz y la meta de toda vida humana. Le reconoce la originalidad de unir ambos textos e incluso va más allá: ambos mandamientos son uno y dan todo el valor a la vida humana delante de Dios, la entregan, la ofrecen mucho más y mejor que los sacrificios que se ofrecían en ese mismo Templo. Jesús le ratifica: «no estás lejos del reino». No está todavía en él porque no se ha dado cuenta de Quien es el que habla y de lo que va a cumplir. Nosotros sí, sus discípulos vemos ahora, entendemos cómo la vida entera de Jesús, su aparición entre nosotros, todo su ministerio y, especialmente, su culminación a través del desprecio de su pueblo y dirigentes, de su muerte y de la resurrección. Todo ello es la prueba más grande y evidente, el signo más directo de que Dios es Amor, de que nos ama y de que ha enviado a su Hijo para cumplirlo y hacernos capaces de entregarnos y amarnos igual unos a otros.

Primera lectura: Deuteronomio 6, 2-6

Segunda lectura: Hebreos 7, 23-28

Evangelio: Marcos 12, 28b-34