«Los partió y se los dio a los discípulos para que se los sirvieran a la gente»

17 Jun 2022 | Evangelio Dominical

La celebración de que hemos conocido y nos relacionamos con el verdadero rostro de Dios (su ser Trino) nos lleva hoy a esta fiesta de su cercanía efectiva, en la carne, en el Sacramento de la Eucaristía. Jesús, Palabra viva de Dios no solo vino y vivió entre nosotros sino que se quiso quedar para acompañarnos, haciendo ver y saber que su redención ha cambiado verdaderamente la realidad, para sostener y guiar a su Iglesia hasta que Él vuelva.  Esta presencia y real cercanía de Dios fue uno de los frutos de la Alianza. La tienda del Encuentro, primero, el Templo después, significaban que es Dios vivo quien ha buscado y reunido a los suyos, y que pueden encontrar, con solo volver la vista al Templo, las ganas e ilusión de vivir, de luchar por ser mejores, por alejar la injusticia de entre ellos, de mantenerse siempre alerta contra el mal que puede hacer presa en el corazón. Esta presencia divina única se vive especialmente en el culto (primera lectura): sacerdotes llamados paa ello llevan a presencia de Dios las ofrendas que significan el amor, la fe y el respeto del pueblo junto con sus deseos, peticiones y hasta sentimientos, como nos testimonia el libro de los Salmos. Jesús, Palabra viva de Dios hecha carne, resumió y llevó a su plenitud esta presencia divina, ante todo con su misma persona. El es el nuevo Templo, la nueva Ley, el Lugar del encuentro único y pleno entre Dios y el hombre, y ya no solo con Israel, sino con todos los que poblamos este mundo. Para mantener vivo todo esto tras su muerte, para mantener su presencia “carnal” y no solo espiritual (mediante el Espíritu), Jesús reunió a los suyos por última vez, para la Pascua, para despedirse de ellos y en esa cena identificó el pan que se partía y repartía con su propio cuerpo –su presencia– y una de las copas –quizá la de la acción de gracias– con su propia sangre y vida. Este mismo cuerpo y esta misma sangre fue los que entregó poco después para salvación de todos, así que aquellas palabras suyas fueron correctamente entendidas como el mejor modo de hacer presente, de revivir su vida y su misterio, su verdadera realidad como Hijo de Dios y Redentor. Esta cena fue la última de muchos otros banquetes donde Jesús se reunió con los indeseables religiosamente de su tiempo para hacerles llegar el amor del Dios y también de esas multiplicaciones como la que narraba el Evangelio. Como iglesia, nos alimentamos y ofrecemos a los demás del Cuerpo de Cristo. Jesús toma lo nuestro, lo que hay, y lo hace llegar a todos, transformado en Él porque, en realidad, Él es el alimento, la vida, la salvación, el perdón de los pecados, la vida nueva que nos regala Dios.

Primera Lectura

Segunda Lectura

Evangelio