«Ha echado todo lo que tenía para vivir»

9 Nov 2024 | Evangelio Dominical

Jesús, ya en Jerusalén, enseña en el Templo y observa todo lo que sucede para enseñarnos a leer y entender la realidad y, lo que es más importante, a discernir lo que en ella se refiere a Dios y a la irrupción de su reino, recién llegado a la ciudad santa en la persona del Cristo. No solo se trata de grandes discursos y gestos inolvidables sino de conocer cómo afecta la intervención de Dios en los corazones de las personas. Está previniendo a los suyos contra los fariseos cuya vida de piedad solo es apariencia y contra los escribas cuyo conocimiento de la Escritura solo son teorías huecas, opiniones que no entran en el meollo del asunto, que es el misterio de Dios. Y que, además, luego no llevan a la vida. Jesús enseña que lo que más se necesita en la vida ordinaria y en las ocasiones extraordinarias es la fe. Pues la fe es el don de Dios y la disposición humana que nos hace ver la realidad tal y como es, esto es, nos permite el contacto inmediato con el misterio, que es el fondo de esta realidad y de donde surgen todos los movimientos que hay que conocer y ante los que hay que reaccionar. Frente al aparato religioso y político que se centra en el Templo, Jesús descubre a esta pobre viuda y su escasísima limosna que no sirve para mucho pero que manifiesta, según descubre Jesús, su corazón. Es lo que decía también la primera lectura: esa otra viuda, una extranjera de Sidón, muestra también, con su gesto, que confía en el profeta y en la Palabra de Dios que este porta y reparte y, al hacerlo permite la intervención directa de Dios en su vida y en la realidad toda. Ella se convierte en un signo de lo que verdaderamente se necesita: creer en el Dios que da la vida, que nos otorga todo lo que nos hace falta, de verdad. La fe es luz y lo que sostiene la vida. Jesús ve que esta mujer, que no tiene casi nada, ofrece a Dios todo lo que tiene para vivir, se pone por completo en sus manos, sabiendo que no se verá defraudada. El contraste con el Templo, sus oficiales y servidores, con el pueblo entero de Israel que ofrece allí lo que le sobra es completo. Son los creyentes como esta mujer los que van a comprender quién les visita y por qué. Van a «ver» que ha llegado, en su persona, el reino de Dios y nosotros entendemos por qué Jesús ha dicho, desde el comienzo, que ha venido para los pobres, los pecadores, los excluidos, los que esperan, de verdad, con la vida misma, la ayuda de Dios que los sostenga y levante. Esto es lo que trae Jesús y nos da, cada día. El perdón, la misericordia de Dios mismo, la confianza de tener un Amigo que nunca falla (Sta. Teresa). Se trata de su Gracia, su Amor que nos cura, alimenta, sostiene y levanta, nos lleva a una vida verdaderamente humana y a la eterna, tras la inevitable muerte. Pero todo ello requiere que confiemos plenamente, que reconozcamos en la humanidad pobre y humilde de Jesús al Dios verdadero que ha llegado para cumplir todas sus promesas.

Primera lectura: 1Reyes 17, 10-16

Segunda lectura: Hebreos 9,24-28

Evangelio: Marcos 12, 38-44