«El que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido»

4 Nov 2023 | Evangelio Dominical

Jesús siempre habla y enseña la verdad porque a eso ha venido y esta verdad no solo descubre los entresijos de la realidad de su tiempo sino que sirve para todo tiempo. Jesús conoce a Dios y también al hombre y, por supuesto, sabe cuando las relaciones entre ambos son verdaderas o no. Los fariseos eran como la élite religiosa de su tiempo, los que más y mejor respondían a Dios y vivían la Alianza, estudiaban, averiguaban y luego cumplían hasta el más pequeño precepto de la Ley. Jesús les reconoce que ocupan la misma cátedra de enseñanza de Moisés pero ha de advertir con mucha dureza a los suyos y a todos que si bien pueden guiarse por su enseñanza y sus palabras, no deben hacerlo por sus actos. Pues ellos mismos no viven como enseñan. Será por creerse mejores o porque piensan que interpretan correctamente la revelación y así la dominan, parece que piensan que pueden hacer lo que les parezca y usar ese conocimiento para aprovecharse. Es un peligro para el hombre religioso de todos los tiempos, no algo propio de los judíos o el clero. La religión tiene que ver, sobre todo, con la verdad, con lo que siempre ha sido y siempre será, no es una mera dimensión humana, pues es la revelación del Dios verdadero. Y si algo distingue a la verdad es que es igual para todos. Conocerla y enseñarla tiene que ser, primero, ajustar a ella la propia vida. La única dignidad que se tiene que buscar ante la verdad es que nos transforme la vida, que la adapte a lo que sabemos, conocemos y queremos vivir. Primero, conocer y estudiar la verdad es hacerla más llevadera, comprensible a los demás, no lo contrario. Ha sucedido y sucede que se estudia la revelación no para profundizarla sino para sacar de ella lo que nos parece que debería estar según un precepto preconcebido o copiado del «mundo» o se piensa que sus exigencias son férreas pero se aplican solo a los que no lo conocen: saber (gnosis) no es lo decisivo sino que este conocer se transforme en vida. Aunque aún es peor buscar y exigir de los demás un trato preferencial, honores y reconocimientos, basándose en lo que uno sabe o incluso en lo que vive o en el cargo que ocupa. Jesús no tolera esto entre los suyos porque nosotros solo tenemos un Maestro, que es Él, y un Padre, el que Él nos ha dado y esto nos convierte en hermanos. Se puede ser, sí, maestros y padres pero a condición de ser verdaderamente conocedores y obradores de la verdad y fuentes que la transmiten sin adulterarla con los propios intereses, dudas, oscuridades y pecado. Y con la condición subyacente de que se asemejen en amor, servicio y entrega al único Maestro y Señor, que se vayan dejando configurar cada vez más a Cristo, de modo que lo señalen y hagan presente. Entre nosotros, el primero quien más sirve, quién más se entrega por completo a amar y servir, como el único Maestro. Y ante la realidad y verdad de Cristo, quien se ensalza a sí mismo en realidad se ridiculiza pero quien se humilla como Jesús es quien es exaltado, quien llega a ser como Él.

Primera lectura: Malaquías 1, l4b-2, 2b. 8-10

Segunda lectura: 1Tesalonicenses  2, 7b-9. 13

Evangelio: Mateo 23, 1-12