«El que practicó la misericordia con él»

8 Jul 2022 | Evangelio Dominical

Asistimos hoy a otro encuentro especial de Jesús en su camino a Jerusalén, donde se enfrentará a la culminación de su misión. Según Lucas, el evangelista de este año, se trata de un “letrado” que pregunta a Jesús “para ponerlo a prueba” acerca de lo que, se supone, es el propósito de la vida de fe y acercamiento a Dios: “heredar la vida eterna”, esto es, hacernos partícipes de lo que Dios siempre ha querido darnos. En la antigua alianza el “premio” para el creyente, para quien “guarda la ley”, consiste en la descendencia o vida futura y en la tierra, que se refiere al sentido de esta vida, a lo que hacemos aquí, como y para qué lo hacemos. El don y la exigencia de Dios para “heredar” esta vida eterna se resumen en los mandamientos (primera lectura). La lectura nos recuerda que lo que se nos pide, en realidad, ya se nos ha ofrecido, que este comportamiento “humano” es o debería ser parte de nuestra naturaleza. Este mandamiento está en nuestro corazón y en nuestra boca, de cumplirlo depende en buena medida una vida plena. El letrado, pues, está preguntando si acaso tiene una novedosa interpretación del corazón de la ley. Jesús, en primer lugar, le remite a la misma ley, a la Escritura y el letrado repite los que considera los principales mandamientos: amar a Dios con todo el ser y al prójimo como a uno mismo. Aquí enraíza Jesús su respuesta: haz esto y tendrás la vida que quieres. Pero al letrado le parece poco y así, “queriendo aparecer como justo” le sigue preguntando que le precise quién es este prójimo a quien hay que amar. Jesús, para removerle en esta “justicia” suya, le cuenta la parábola del samaritano.

Las parábolas pretenden descolocarnos respecto de nuestras “justicias” y hacernos ver que este amor de Dios, origen de la vida y fundamento de la Alianza, se ha acercado ahora tanto a nosotros que lo ha cambiado todo. A esta luz, el prójimo es, simplemente, aquel que está a nuestro lado y necesita algo de nosotros, aunque sea simplemente, una mirada o una sonrisa que haga ver que reconocemos su presencia más allá de nuestros propios asuntos. Servir y amar es “heredar la vida eterna”, reconocer que estamos comprometidos, en nuestra carne, con los demás, que es el amor de Dios mismo quien nos ha unido a todos como familia humana y que solo tenemos que darnos cuenta para comenzar a encontrar sentido y futuro a esta vida.

Primera Lectura

Segunda Lectura

Evangelio