«El que no está con­tra nosotros está a favor nuestro»

28 Sep 2024 | Evangelio Dominical

Continúa la instrucción de Jesús a sus discípulos y a nosotros. Nos recuerda que Él es la Verdad, la última y definitiva intervención de Dios para cumplir todas sus promesas. Y que, por tanto, todo el que no esté contra Él está a su favor al menos en principio. El Dios verdadero no es envidioso en compartir su riquezas (primera lectura); al contrario, quisiera que todo tuvieran ya su espíritu, que todos compartiésemos ya su vida y si esto no es posible es por nuestra poca disposición, por nuestra negativa a recibirle o afrontar las consecuencias que conlleva compartir la vida de Dios. Nada es gratis en esta vida, es decir nada es inocuo o viene sin unas consecuencias reales y verdaderas y quien prometa lo contrario, está mintiendo descaradamente. Jesús no ha venido a hacer un círculo escogido, una secta o a designar a unos elegidos que son los únicos con derecho a disfrutar de sus dones; no ha venido a establecer como diríamos hoy una «franquicia», sino a hacer presente la verdad definitiva y por tanto quien se refiere a él, quien tiene el mínimo grado de comunión como para hacer obras en su nombre, está de parte suya y de los cristianos, aunque todavía no comprenda todo lo que significa su toma de postura. Pues todo el que ayude, quien tenga siquiera un mínimo gesto a favor de lo que Jesús está haciendo surgir ya trabaja y participa de ello a la vez. El trabajo de discernimiento no se tiene que focalizar en una especie de control de fronteras de la iglesia o de emisión de licencias para poder confesar a Cristo –quien lo haga ya se pone en sus manos–, sino en nosotros mismos, en los obstáculos que aún ponemos a la fuerza, a la gracia de Dios en nuestra vida. Lo que no sirve para el reino no son quienes quieren «colarse» en él por la puerta, más o menos, pasando por Jesús, sino aquello en donde nos atrincheramos en nuestra vida y persona para justificar nuestra falta de entrega, de seguimiento, de amor. La negativa a seguir a Cristo, como la impureza hace unos domingos, está tan pegada a cada uno que consideramos ya parte de nuestra vida, de «nuestra personalidad» lo que no son más que malos hábitos o vicios. Tenemos que desprendernos de ellos, aunque nos duela, o, mejor, porque nos duele, tenemos que querer entrar en esta «noche» que purifica la verdadera fe, la auténtica comunión con Dios, pues nos da a Cristo tal y como es.

Primera lectura: Números 11, 25-29

Segunda lectura: Santiago 5, 1-6

Evangelio: Marcos 9, 38-43. 45. 47-48