Hoy sí, tras todas las presentaciones de su misión, hoy Jesús se pone manos a la obra, así nos lo contaba el Evangelio de Mateo, nuestro compañero durante todo este año. De nuevo, aparece la conexión con la misión de Juan: Jesús comienza la suya tras el arresto y silenciamiento de aquél. Lo primero que señala el texto es el lugar elegido para este inicio o nuevo comienzo: de Nazaret donde vivía (Mt 2,22-23) a Cafarnaún, en la orilla del lago del Genesaret, otro lugar clave en el Evangelio. Cafarnaún es un lugar fronterizo, territorio de las tribus perdidas, habitado mitad por paganos y griegos, cerca del camino del mar que marcha de Egipto a Mesopotamia y es el lugar de paso de las gentes y los ejércitos desde tiempo inmemorial. Aquí resuena por primera vez el Evangelio de Jesús como una «luz grande» en medio de un pueblo que «habitaba en tinieblas». El Evangelio es, primero, palabra y muy pronto será también gestos que la corroboren. De momento, suena casi lo mismo que el mensaje de Juan el Bautista: «Convertíos, porque está cerca el reino de los cielos». Es también el mensaje resumido de la antigua alianza, de los profetas, llamando al pueblo a «volverse» (convertirse es cambiar de modo efectivo el camino de la vida) hacia donde se manifiesta la acción de Dios, el reino de los cielos, en la versión de Mateo. Esto es: Dios va a actuar, como también había anunciado Juan, y es preciso estar preparado para darse cuenta y para poder participar en lo que suceda, que será decisivo, como también decía Juan. De momento, suena como un aviso, una llamada a estar atentos a lo que está a punto de suceder en las próximas palabras y acciones de quien lo ha pronunciado. Y su primer gesto ya no es parecido a lo de Juan. Este tenía discípulos pero no los había buscado y menos llamado personalmente como hace Jesús. De hecho la primera acción de Jesús es llamar a unos pescadores a los que ha visto junto al lago. Se trata de dos hermanos, Simón, de sobrenombre Pedro en esta versión y su hermano Andrés. Hay quien dice que el hecho de ser hermanos ya es un anuncio de la fraternidad que se quiere construir pero lo seguro es que lo que tiene que hacer Jesús no lo quiere hacer solo, como Juan. Quiere reunir un grupo en torno a El y les asigna, ya de entrada, un cometido: «os haré pescadores de hombres». Independientemente de cómo lo entendamos, la misión compartida es llegar a otros hombres, transmitirles el mensaje y hacerles ver lo que está ya sucediendo: que Dios habla y actúa en medio de los suyos, en un lugar marginal y fronterizo, lleno de dificultades pero también de grandes posibilidades.
Primera lectura: Isaías 8, 23b-9, 3
En otro tiempo el Señor humilló el país de Zabulón y el país de Neftalí; ahora ensalzará el camino del mar, al otro lado del Jordán, la Galilea de los gentiles.
El pueblo que caminaba en tinieblas
vio una luz grande;
habitaban tierra de sombras,
y una luz les brilló.
Acreciste la alegría,
aumentaste el gozo;
se gozan en tu presencia,
como gozan al segar,
como se alegran al repartirse el botín.
Porque la vara del opresor,
y el yugo de su carga,
el bastón de su hombro,
los quebrantaste como el día de Madián.
Segunda lectura: 1Corintios 1, 10-13. 17
Os ruego, hermanos, en nombre de nuestro Señor Jesucristo: poneos de acuerdo y no andéis divididos. Estad bien unidos con un mismo pensar y sentir.
Hermanos, me he enterado por los de Cloe que hay discordias entre vosotros. Y por eso os hablo así, porque andáis divididos, diciendo: «Yo soy de Pablo, yo soy de Apolo, yo soy de Pedro, yo soy de Cristo. »
¿Está dividido Cristo? ¿Ha muerto Pablo en la cruz por vosotros? ¿Habéis sido bautizados en nombre de Pablo?
Porque no me envió Cristo a bautizar, sino a anunciar el Evangelio, y no con sabiduría de palabras, para no hacer ineficaz la cruz de Cristo.
Evangelio: Mateo 4, 12-23
Al enterarse Jesús de que habían arrestado a Juan, se retiró a Galilea. Dejando Nazaret, se estableció en Cafarnaún, junto al lago, en el territorio de Zabulón y Neftalí. Así se cumplió lo que había dicho el profeta Isaías:
«País de Zabulón y país de Neftalí,
camino del mar, al otro lado del Jordán,
Galilea de los gentiles.
El pueblo que habitaba en tinieblas
vio una luz grande;
a los que habitaban en tierra y sombras de muerte,
una luz les brilló.»
Entonces comenzó Jesús a predicar diciendo:
–«Convertíos, porque está cerca el reino de los cielos.»
Pasando junto al lago de Galilea, vio a dos hermanos, a Simón, al que llaman Pedro, y a Andrés, su hermano, que estaban echando el copo en el lago, pues eran pescadores.
Les dijo:
–«Venid y seguidme, y os, haré pescadores de hombres.»
Inmediatamente dejaron las redes y lo siguieron.
Y, pasando adelante, vio a otros dos hermanos, a Santiago, hijo de Zebedeo, y a Juan, que estaban en la barca repasando las redes con Zebedeo, su padre. Jesús los llamó también.
Inmediatamente dejaron la barca y a su padre y lo siguieron.
Recorría toda Galilea, enseñando en las sinagogas y proclamando el Evangelio del reino, curando las enfermedades y dolencias del pueblo.