«Decid a la gente que se siente en el suelo»

28 Jul 2024 | Evangelio Dominical

El Evangelio según san Marcos que leemos y celebramos este año es sustituido durante algunos domingos por el de san Juan. Escucharemos y celebraremos el hermoso capítulo 6 de este Evangelio, donde Jesús expone la realidad del Pan de Vida que es Él como alimento de la fe y la vida de la iglesia. Como suele ser la costumbre del Evangelista, el relato comienza relatando un signo, un gesto maravilloso de Jesús que muestra su capacidad de hacer lo que anuncia su Palabra y su presencia (en este capítulo hay dos, como veremos). Es un gesto o milagro con precedentes en la Escritura (primera lectura): ya el profeta Eliseo multiplicó unos pocos panes para una pequeña multitud, como señal de la acción de la Palabra de Dios que interviene siempre para salvar, curar, dar vida, especialmente en momentos de angustia y peligro. Jesús está con una gran multitud de los que siguen, porque han visto los signos que hacía, esto es, la gente asombrada por su enseñanza confirmada por los gestos que realiza con los enfermos. En un determinado momento, todos se sientan o recuestan sobre el suelo. Se hace notar que estaba cerca la Pascua de los judíos para marcar el relato también con esta nota: para su Pascua, los judíos se recostaban para comer, como hombres libres, el cordero con que revivían la salida de Egipto. Jesús mismo abre la cuestión de cómo dar de comer a toda aquella gente que está con ellos. Los discípulos, de modo natural, piensan y saben que no será posible, que no tienen ni las provisiones ni el dinero para afrontar, logísticamente, el problema. Se nos advierte que el diálogo con los suyos es para probarlos, para enseñarlos, porque bien sabía Él lo que iba a hacer. No obstante, durante el diálogo, sale a la luz lo que hay: un muchacho tiene cinco panes y un par de peces, algo clarísimamente insuficiente frente a la multitud de los que tienen que comer. Mostrada la realidad humana, lo que hay, Jesús toma el mando e indica que se sienten –recuesten– todos en el suelo, preparándose para el banquete. Había, se dice, mucha hierba para que las personas se acomoden. A continuación realiza los gestos –repartir– junto con las palabras de bendición que hacen que el pan llegue –se multiplique– a todos. Y también los peces. Y llegó para todos, de modo que hasta sobró. Jesús hace su última indicación que es que recojan las sobras, que nada se pierda. Lo hacen y quedan efectivamente llenas doce canastas de pan, como restos del banquete que se inició con cinco panes y dos peces, porque nada se puede desperdiciar y, además, ha quedado, simbólicamente, para que coman las doce tribus de Israel. Se ha tratado de un gran Signo y todos se dan cuenta. Han visto que Jesús es un nuevo Eliseo, capaz de alimentar a los suyos en momentos de privación de todo o, mejor todavía, como Dios mismo que es quien envió el maná durante el éxodo por el desierto. Pero lo que entiende directamente una mayoría de los comensales es que Jesús es el rey que puede cuidar de ellos y llevarlos a la victoria, por lo menos, con la tripa bien llena. Vista la respuesta, Jesús se retira. El signo está hecho y su posterior explicación sacará a la luz todo su significado. De momento, va por delante que este hombre, Jesús, es capaz de cuidar de nosotros, de alimentarnos, que ha venido como Quien hace realidad gozosa y verdadera las promesas de Dios.

Primera lectura: 2Reyes 4, 42-44

Segunda lectura: Efesios 4,1-6

Evangelio: Juan 6, 1-15