Concluimos este año litúrgico con esta Solemnidad o Gran Fiesta que proclama a Jesús el Señor como Rey de todo el Universo. Ciertamente no se puede decir de modo más resumido ni más claro pero, como toda exposición del dogma católico se puede profundizar, razonar y exponer ampliándolo de modo que sustente y motive nuestra vida a la luz de la fe. Es cierto que todo lo que creemos, el Dogma, se puede y se tiene que interpretar de acuerdo al tiempo en que se formuló, en que se «forjó», por expresarlo así, pero también en el contexto en el que vivimos ahora pero con la perspectiva de que nos ilumine, nos ayude, nos haga ver más claro nuestro propio camino. Y esto nunca se consigue diluyéndolo o «desmitologizándolo», sino entendiéndolo cada vez mejor como verdad de Dios que se expresa en nuestras palabras y categorías pero que si quiere ayudar, iluminar, no podemos perder nunca de vista su origen. Quiero decir, lo primero, que lo que hoy celebramos tenemos que entenderlo a luz de todo el Evangelio, del anuncio y misión de Jesús. Y Él mismo entendió su misión como anunciar y hacer presente el reino o reinado de Dios, esto es, que en su persona y ministerio, Dios irrumpía en la historia y la vida de los hombres. Dios, que es Rey, como creador y sostenedor del universo, ha entrado en el hombre Jesús de Nazaret en su creación a fin de llevarla a su meta, para cumplir todas sus promesas, realizando hasta la plenitud todo lo que había creado, especialmente al hombre mismo. Y lo ha hecho así para poder hacerlo realidad sin violentar la vida ni la conciencia de nadie, esto es, sin «obligarnos» al bien, a lo bueno, a que nos salvemos, pero dejando claro donde está la verdad, la vida, y por supuesto, el camino que llevan a esa meta. En este sentido confesamos hoy a Cristo como Rey y Señor del Universo, fundamento, meta y esperanza del caminar del hombre. Esta confesión tiene el gran valor de relativizar tanto «absoluto» político de nuestros días, ya sea en sistemas de gobierno, teorías e ideologías. Dios es el único poder verdadero, Rey y Señor, de quien depende todo y todos y a Quien tendrán, tendremos que dar cuenta de nuestras obras, como nos recordaba el Evangelio. Hoy recordamos y celebramos que Dios no se ha desentendido nunca de su creación ni de nosotros y más aún, que nos envió a su propio Hijo para hacer todo lo posible para reconducirnos a todos a nuestra meta original, para restaurar esta creación y a todos nosotros. Y esta última parábola del «juicio final» resume todo el mensaje del Evangelio y proclama la realiza de quien lo anuncia. Cuando el reino proclamado e inaugurado se cumpla, habrá premios pero también castigos. No todo vale, la misericordia de Dios no podrá con todo porque también ha de tener en cuenta a la verdad y la justicia. Y porque, de otro modo, nada tendría sentido y la vida, toda, perdería todo su valor y objetivo. Todo habría sido como un sueño, una aventura falaz, un engaño. Pero no lo es: todos seremos juzgados por nuestras obras efectivas, reales y concretas de compasión y misericordia. Jesús explica también la razón por la que lo habremos hecho: «conmigo lo hicisteis», que es la misma por la que lo habrán hecho todos, aunque no lo supieran. Eso dependerá del juicio de cada uno, pero Jesús da a entender claramente que solo se podrá llegar hasta aquí desde la fe profunda en Él, fe convertida en principio práctico de la vida que se convierte en acogida, asistencia del hombre necesitado, que es justamente lo que Jesús mismo vino a mostrar. El juicio no será un examen en teorías o ideas «puras» sino en el haberse sabido mantener en comunión de vida con Cristo, saberse (conscientemente o no) amado y querido por Dios en Él y empujado así, irremediablemente, a amar y servir a los demás.
Primera lectura: Ezequiel 34, 11-12. 15-17
Así dice el Señor Dios:
«Yo mismo en persona buscaré a mis ovejas,
siguiendo su rastro.
Como sigue el pastor el rastro de su rebaño,
cuando las ovejas se le dispersan,
así seguiré yo el rastro de mis ovejas
y las libraré,
sacándolas de todos los lugares por donde se desperdigaron
un día de oscuridad y nubarrones.
Yo mismo apacentaré mis ovejas,
yo mismo las haré sestear
–oráculo del Señor Dios–.
Buscaré las ovejas perdidas,
recogeré a las descarriadas;
vendaré a las heridas;
curaré a las enfermas:
a las gordas y fuertes las guardaré
y las apacentaré como es debido.
Y a vosotras, mis ovejas,
así dice el Señor:
Voy a juzgar entre oveja y oveja,
entre carnero y macho cabrío.»
Segunda lectura: 1Corintios 15, 20-26. 28
Hermanos:
Cristo resucitó de entre los muertos: el primero de todos.
Si por un hombre vino la muerte, por un hombre ha venido la resurrección. Si por Adán murieron todos, por Cristo todos volverán a la vida.
Pero cada uno en su puesto: primero Cristo, como primicia; después, cuando él vuelva, todos los que son de Cristo; después los últimos, cuando Cristo devuelva a Dios Padre su reino, una vez aniquilado todo principado, poder y fuerza.
Cristo tiene que reinar hasta que Dios haga de sus enemigos estrado de sus pies. El último enemigo aniquilado será la muerte.
Y, cuando todo esté sometido, entonces también el Hijo se someterá a Dios, al que se lo había sometido todo.
Y así Dios lo será todo para todos.
Evangelio: Mateo 25, 31-46
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
–«Cuando venga en su gloria el Hijo del hombre, y todos los ángeles con él, se sentará en el trono de su gloria, y serán reunidas ante él todas las naciones.
Él separará a unos de otros, como un pastor separa las ovejas de las cabras.
Y pondrá las ovejas a su derecha y las cabras a su izquierda.
Entonces dirá el rey a los de su derecha:
«Venid vosotros, benditos de mi Padre; heredad el reino preparado para vosotros desde la creación del mundo.
Porque tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber, fui forastero y me hospedasteis, estuve desnudo y me vestisteis, enfermo y me visitasteis, en la cárcel y vinisteis a verme.»
Entonces los justos le contestarán:
«Señor, ¿cuando te vimos con hambre y te alimentamos, o con sed y te dimos de beber?; ¿cuándo te vimos forastero y te hospedamos, o desnudo y te vestimos?; ¿cuándo te vimos enfermo o en la cárcel y fuimos a verte?»
Y el rey les dirá:
«Os aseguro que cada vez que lo hicisteis con uno de éstos, mis humildes hermanos, conmigo lo hicisteis.»
Y entonces dirá a los de su izquierda:
«Apartaos de mi, malditos, id al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles. Porque tuve hambre y no me disteis de comer, tuve sed y no me disteis de beber, fui forastero y no me hospedasteis, estuve desnudo y no me vestisteis, enfermo y en la cárcel y no me visitasteis.»
Entonces también éstos contestarán:
«Señor, ¿cuándo te vimos con hambre o con sed, o forastero o desnudo, o enfermo o en la cárcel, y no te asistimos?»
Y él replicará:
«Os aseguro que cada vez que no lo hicisteis con uno de éstos, los humildes, tampoco lo hicisteis conmigo.»
Y éstos irán al castigo eterno, y los justos a la vida eterna.»