Con las parábolas, Jesús señala, muestra, explica, cómo actúa Dios, tras la irrupción del reino en su persona. Todo ha cambiado y, ahora, además, lo podemos conocer porque Jesús lo revela, lo explica, aunque como todo lo divino que es misterioso, solo hasta cierto punto. Se trata de una intervención real, de una presencia comprobable y siempre positiva (primera lectura). El poder de Dios, creador de este mundo, siempre se ha responsabilizado de sus criaturas, cuidando de todo lo traído a la existencia y protegiéndolo. Se trata de un «poder total» que se manifiesta en la fidelidad y que se convierte en perdón, en redención, en la medida en que va siendo necesario. Jesús explica que este poder que irrumpe convive, no obstante, con otros poderes, de este mundo y también del «enemigo». Como señala la parábola, el buen fruto crece y convive con el malo, y esto ha de ser así pues con nuestros recursos, humanos siempre, es preferible no arrancar del mal de raíz por el riesgo de dañar también, en el proceso, el buen fruto. No se dice con esto que no haya que discernir o que todo sea igual, trigo o cizaña; al contrario: en su momento, el mal fruto, como el mal árbol que lo ha producido, sí que será arrancado de raíz y arrojado al fuego de la completa inexistencia. Y es necesario discernir porque, precisamente, tienen que convivir pero a cualquier bien observador y conocedor de la verdad del Evangelio se le revela lo que es cizaña para que, aun conviviendo, se aparte de ella y se ande con cuidado. Las otras dos parábolas hablan de cómo ese poder es fuerte, capaz de crecer y dar vida y apoyo a esta, pero como, también, esta fuerza está oculta. Digamos que la fuerza del reino es mucho más de lo que parece, que está ahí, que actúa donde tiene que hacerlo, huyendo de lo espectacular y propagandístico en favor de lo real y de lo que dura porque es sostenido por la misma fuerza de Dios. Sin duda, se trata de un mensaje que tenemos que escuchar especialmente en estos tiempos que vivimos, ni mejores ni peores que otros, pero los nuestros. Por un lado, parece que cada vez más gente duda de la fuerza y capacidad de la intervención divina aunque aquellos que le dan una oportunidad, que se fijan y exponen a su influencia, perciben su acción, especialmente en la misericordia, el perdón, su inquebrantable fidelidad. Y también hoy vemos crecer por doquier muchos tipos de cizaña, incluso hasta algunos que se creían extinguidos. La mentira y la manipulación crecen junto a la verdad y la luz, y no hay forma de evitar que así sea, no hay forma de extirparla pero es preciso combatir siempre el error, la ambigüedad, la maldad de quien intenta hacer pasar la mentira por verdad o por la medio verdad. Jesús reitera que las parábolas anuncian y señalan lo secreto desde la fundación del mundo y que ahora ha aparecido en Jesús. Y lo que afirma también es que las mismas parábolas son revelación verdadera de este secreto y que en ellas, con fe, con conocimiento de Cristo, vamos conociendo y reconociendo lo que realmente está sucediendo: como Dios actúa en Cristo para sostener, perdonar, redimir, dar vida en este tiempo que aun tenemos para vivir y para cambiar, antes que Él vuelva y solo quede la verdad y la vida en su presencia.
Primera lectura: Sabiduría 12, 13. 16-19
Fuera de ti, no hay otro dios al cuidado de todo,
ante quien tengas que justificar tu sentencia.
Tu poder es el principio de la justicia,
y tu soberanía universal te hace perdonar a todos.
Tú demuestras tu fuerza a los que dudan de tu poder total,
y reprimes la audacia de los que no lo conocen.
Tú, poderoso soberano, juzgas con moderación
y nos gobiernas con gran indulgencia,
porque puedes hacer cuanto quieres.
Obrando así, enseñaste a tu pueblo
que el justo debe ser humano,
y diste a tus hijos la dulce esperanza
de que, en el pecado, das lugar al arrepentimiento.
Segunda lectura: Romanos 8, 26-27
Hermanos:
El Espíritu viene en ayuda de nuestra debilidad, porque nosotros no sabemos pedir lo que nos conviene, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos inefables.
Y el que escudriña los corazones sabe cuál es el deseo del Espíritu, y que su intercesión por los santos es según Dios.
Evangelio: Mateo 13, 24-43
En aquel tiempo, Jesús propuso otra parábola a la gente:
–«El reino de los cielos se parece a un hombre que sembró buena semilla en su campo; pero, mientras la gente dormía, su enemigo fue y sembró cizaña en medio del trigo y se marchó. Cuando empezaba a verdear y se formaba la espiga apareció también la cizaña. Entonces fueron los criados a decirle al amo:
«Señor, ¿no sembraste buena semilla en tu campo? ¿De dónde sale la cizaña?»
Él les dijo:
«Un enemigo lo ha hecho.»
Los criados le preguntaron:
«¿Quieres que vayamos a arrancarla?»
Pero él les respondió:
«No, que, al arrancar la cizaña, podríais arrancar también el trigo. Dejadlos crecer juntos hasta la siega y, cuando llegue la siega, diré a los segadores:
‘Arrancad primero la cizaña y atadla en gavillas para quemarla, y el trigo almacenadlo en mi granero.'»»
Les propuso esta otra parábola:
–«El reino de los cielos se parece a un grano de mostaza que uno siembra en su huerta; aunque es la más pequeña de las semillas, cuando crece es mas alta que las hortalizas; se hace un arbusto más alto que las hortalizas, y vienen los pájaros a anidar en sus ramas.»
Les dijo otra parábola:
–«El reino de los cielos se parece a la levadura; una mujer la amasa con tres medidas de harina, y basta para que todo fermente.»
Jesús expuso todo esto a la gente en parábolas y sin parábolas no les exponía nada.
Así se cumplió el oráculo del profeta:
«Abriré mi boca diciendo parábolas, anunciaré lo secreto desde la fundación del mundo.»
Luego dejó a la gente y se fue a casa. Los discípulos se le acercaron a decirle:
–«Acláranos la parábola de la cizaña en el campo.»
Él les contestó:
–«El que siembra la buena semilla es el Hijo del hombre; el campo es el mundo; la buena semilla son los ciudadanos del reino; la cizaña son los partidarios del Maligno; el enemigo que la siembra es el diablo; la cosecha es el fin del tiempo, y los segadores los ángeles.
Lo mismo que se arranca la cizaña y se quema, así será al fin del tiempo: el Hijo del hombre enviará a sus ángeles, y arrancarán de su reino a todos los corruptores y malvados y los arrojarán al horno encendido; allí será el llanto y el rechinar de dientes. Entonces los justos brillarán como el sol en el reino de su Padre. El que tenga oídos, que oiga.»