«Jesús tomó la decisión de ir a Jerusalén»

24 Jun 2022 | Evangelio Dominical

Retomamos el Evangelio de Lucas donde lo dejamos –más o menos– antes de la Cuaresma y la Pascua. El texto de hoy nos sitúa como a la mitad del relato, cuando Jesús toma la decisión de subir a Jerusalén para afrontar lo que venga. El Evangelio habla de su «éxodo», partida, salida, cumplimiento de la misión que ha estado llevando a cabo. No se trata de una subida a escondidas, sino con «todos los honores», enviando hasta mensajeros por delante. En el trascurso de este camino, podremos contemplar, como hoy mismo, interesantes encuentros de Jesús que van mostrando quién es realmente y también lo que va a suceder y su significado profundo. El primer encuentro es, en realidad, un rechazo: en una aldea de samaritanos no le quieren recibir y sus discípulos, mostrando una fe no mostrada hasta entonces en la misión emprendida, le piden permiso para invocar el fuego del cielo que ha de castigar esta insolencia. Ha sonado la trompeta del fin de los tiempos y todos han de tomar partido, y quien no lo haga o se niegue a recibir al Mesías, implica el mismo castigo del cielo. Jesús «les regañó» y decidió seguir adelante, sin duda no era este el fuego celeste que Él deseaba que descendiese sobre esta aldea y sobre todos. Radicalmente también Jesús pone sobre el tablero de este movimiento que, aun llegado el fin de los tiempos, Dios respeta la libertad de acogerlo de cada uno. El Señor no está dispuesto a imponer el bien y lo mejor, que él hace presente, y esa es una gran tentación humana, la de imponer la «verdad», incluso a sangre y fuego, por el «bien» de los demás, que lo rechazan.

El Dios verdadero, por ser tal, siempre ha respetado la libertad del hombre y esto Jesús lo tenía muy claro, su verdad tiene que ser acogida y creida en el encuentro con quien la encarna o quien la proclama. Lo que se impone o «se amenaza» nada tiene que ver con el Dios que viene a nosotros como amor, en una relación verdaderamente libre. Después el relato se entretiene en algunos encuentros con llamados o no. Así, el primero, es un «voluntario», alguien que se ofrece a Jesús pero él le revela o manifiesta la realidad de su misión: no es un maestro más de Israel, que enseñe y cuide de discípulos que estudian la ley. No tiene casa ni reposo, está ya inmerso en su último camino y solo cabe ya seguir estos mismos pasos. Es lo que hace Jesús directamente con los otros dos: llamarlos directamente a ir tras él, como a los que ya le acompañan. Ambos le presentan excusas o dilaciones pero en el momento actual, en el punto en que Jesús se encuentra, no hay tiempo para mirar atrás, para despedirse, poco a poco, de la antigua vida. Ni enterrar o cuidar al padre o siquiera despedirse de la familia, deberes sagrados en Israel como nos recordaba la primera lectura, tienen ya sentido. Lo único que vale ahora, que responde a la urgencia de la intervención divina en Jesús, que significa la llegada de lo último, de lo «escatológico» (han comenzado ya los últimos tiempos), es anunciar el reino, hacer ver que Dios está aquí, cambiando los corazones y la realidad con ellos. Para nosotros persiste la urgencia de proclamar con palabras, gestos y obras, no ya el «reino» sino al mismo Cristo, presencia personal de Dios, salvación y esperanza ya, para todos. Cualquier retraso, cualquier dejación de nuestra responsabilidad en otras manos, solo traerá más dolor, soledad y muerte.

Primera Lectura

Segunda Lectura

Evangelio