Este año la familia del Carmelo descalzo y toda la Iglesia celebramos un tiempo de gracia: el tercer centenario de la canonización de San Juan de la Cruz (1726) y el primer centenario de su Doctorado eclesial (1926). Dos aniversarios que no son simple recuerdo histórico, sino ocasión para redescubrir la actualidad de un hombre cuya vida y palabra siguen encendiendo el corazón.
Un santo cercano y luminoso
Quienes conocieron a fray Juan lo llamaban “santico”. Santa Teresa lo describía como “celestial y divino”, alguien en quien apenas podían advertirse imperfecciones. Desde Úbeda hasta Segovia, pasando por Fontiveros o Baeza, su fama de santidad se extendió como fuego manso y seguro. Su canonización en 1726 fue la confirmación oficial de una certeza popular: aquel fraile pequeño de estatura era un gigante de espíritu.
Doctor místico, maestro de esperanza
Un siglo más tarde, en 1926, la Iglesia lo reconocía como Doctor de la Iglesia, el “Doctor místico” por excelencia. No por sus títulos académicos —aunque fue alumno de Salamanca y conocedor fino de la teología—, sino por la hondura de su palabra y la fuerza de su experiencia. San Juan no habla de teoría: habla de caminos. Sus versos y tratados siguen siendo brújula en medio de la noche, invitando a no temer la oscuridad cuando se camina de la mano de la fe, la esperanza y el amor.
Aventurar la vida con San Juan
Celebrar estos centenarios es aceptar el reto de San Juan: atrevernos a salir de lo cómodo, a no instalarnos en seguridades fáciles, a dejar que Dios nos conduzca por sendas nuevas. La “noche oscura” que él describe no es un callejón sin salida, sino la puerta hacia un amor más grande, una confianza más plena, una libertad más verdadera.
En un mundo que busca luces rápidas y respuestas inmediatas, San Juan de la Cruz nos enseña que la verdadera claridad nace en la paciencia, en la purificación, en el silencio que abre espacio a Dios. Aventurar la vida hoy, de su mano, es descubrir que la fe no es un adorno, sino un camino de transformación que toca cada fibra de nuestra existencia.
Un jubileo para todos
El lema elegido para este jubileo —“La esperanza tanto alcanza cuanto espera”— nos recuerda que el cristiano no se mueve por cálculos, sino por confianza. San Juan de la Cruz nos anima a esperar contra toda esperanza, a creer que incluso en los momentos más oscuros, el amor de Dios es más fuerte.
Este jubileo no es solo memoria: es invitación. Aventuremos la vida con San Juan de la Cruz, dejemos que su palabra se convierta en semilla en nuestra tierra, y aprendamos con él a buscar lo esencial: la unión con Dios que da sentido a todo.


