Llevo varios años haciéndome cargo de preparar el pesebre para el Niño Jesús que ocupa nuestra atención amorosa durante las recreaciones navideñas. Cada año, cuando empiezo a idear cómo prepararlo, tengo la costumbre de pedirle a Jesús que me regale una Palabra que me inspire cómo hacerlo y a su vez se convierta en el mensaje que dé un sentido particular a nuestra celebración comunitaria de esa Navidad concreta. Este año me ha regalado la Palabra que introduce mis letras: “Yo he venido para que tengan VIDA y la tengan EN ABUNDANCIA” (Jn 10, 10).
Como me han pedido compartir con vosotros, querida familia del Carmelo, una reflexión para esta Navidad, he sentido que podía compartiros esta Palabra recibida, dejando que su mensaje trascienda mi círculo comunitario.
Si en Navidad celebramos “algo”, es precisamente LA VIDA: LA VIDA de un Dios que nace y LA VIDA que su nacimiento nos trae.
Justamente en el texto evangélico que se proclama en la Misa del día de Navidad escuchamos que “en Él estaba LA VIDA” y que esta VIDA “era LA LUZ de la humanidad” (Jn 1, 4).En Él no solo está LA VIDA, sino que ÉL MISMO ES LA VIDA (cf. Jn 14, 6) y ha nacido para comunicárnosla.
Esta VIDA no se ha quedado encerrada en Dios, distante de nosotros, sino que “LA VIDA ETERNA que estaba con el Padre SE NOS HA MANIFESTADO” (1Jn 1, 2). “DIOS NOS HA DADO VIDA ETERNA, y esta vida ESTÁ EN SU HIJO” (1Jn 5, 11) que “se hizo carne y acampó entre
nosotros” (Jn 1, 14).
LA VIDA que Jesús nos comunica es VIDA ABUNDANTE:
desbordante en cantidad y superior en calidad; vida plena, calidad de vida. Es también VIDA ETERNA: vida que se ha inaugurado en el tiempo y va más allá, desde ahora y para siempre, definitiva. Y el Padre nos ha llamado a la vida nada más y nada menos que para “participar en LA VIDA DE SU HIJO” (1Cor 1,9), para vivir como hijos suyos siendo hijos en el Hijo. De ahí
que quienes acogemos esta VIDA y la hacemos nuestra LUZ, nuestra VERDAD y la GUÍA de nuestro ser y obrar, recibimos con ella la capacidad de hacernos hijos de Dios (cf. Jn 1, 12), de desarrollarnos plenamente como personas y de contribuir al pleno desarrollo de los demás
construyendo espacios de VIDA. ¡Ese es el proyecto de Dios para cada ser humano: VIDA DE CALIDAD, DESARROLLADA, PLENA!
Durante este tiempo de Navidad, mientras contemplamos al Dios nacido, a LA VIDA que se hizo visible y palpable; mientras acogemos LA VIDA que el Padre nos comunica en su Hijo encarnado, miremos A SU LUZ nuestras realidades personales, comunitarias, nuestras realidades
familiares, laborales, fraternas… ¿Son lugares de experiencia de LA VIDA ABUNDANTE Y PLENIFICANTE que el Padre nos ha comunicado? ¿Son realidades vivas o agonizantes, realidades de vida o de muerte? ¿Hay calidad de vida en ellas o solo resignación y conformidad? ¿Cuidamos en ellas a cada persona en su propia etapa vital con sus necesidades y exigencias particulares, procuramos su pleno desarrollo? ¿Existen en ellas relaciones sanas, fraternas, de escucha, de comprensión, de diálogo, de ayuda recíproca? ¿Qué situaciones nos esclavizan, qué coarta nuestra libertad gloriosa de hijos de Dios, qué nos está ahogando la alegría, qué
nos está enfermando, qué nos está impidiendo vivir plenamente como hijos de Dios?…
¡Qué importante es que podamos encarnar y experimentar en nuestras realidades concretas esta VIDA ABUNDANTE DE CALIDAD Y PLENITUD que Jesús ha venido a comunicarnos! ¡HA NACIDO PARA ESO!
Busquemos esta VIDA, seamos sus portadores y constructores allí donde sea posible y rompamos con las circunstancias de muerte que puedan estar condicionando nuestro desarrollo y el de los demás, para dejar que LA VIDA brote de nuevo en nosotros y en nuestro entorno.
¡FELIZ NAVIDAD! ¡CELEBREMOS Y ACOJAMOS LA VIDA ABUNDANTE!
Hna. Juliana Mª del Sagrado Corazón de Jesús
Carmelita Descalza (Godelleta)